lunes, 19 de octubre de 2009

VILLA DIAMANTE - Boris Izaguirre


Título: Villa Diamante
Autor: Boris Rodolfo Izaguirre Lobo (Caracas, Venezuela, 1965)
Año de publicación: 2007
Edición: Booket, Planeta, quinta impresión, febrero 2009
Páginas: 524, 25 capítulos




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Dos hermanas, Irene y Ana Elisa, se asoman a un destino cruel que llevará sus vidas por sen­das paralelas en medio de un país asolado por diferentes dictaduras, pero próspero e ingenuo. Al comienzo de los años cuarenta, Ana Elisa sueña con perdurar en el tiempo a través de una casa que la haga eterna. Deberá convencer a un arquitecto del otro lado del océano para conver­tirla en símbolo de un amor empeñado en sub­sistir a pesar de la vileza y del miedo. Entre todos los grandiosos y humanos personajes de esta crónica dramática, se erige Villa Diamante, el monumento misterioso e impenetrable; el sím­bolo de una vida.
Borís Izaguirre se consagra con esta novela como un excepcional narrador, capaz de recrear con un estilo deslumbrante toda una época.


Hoy dedicaré este artículo a “Villa Diamante”, de Boris Izaguirre, finalista del Premio Planeta de 2007.
Tras una presentación tan estándar vamos al tema. Comenzaré con lo más obvio, lo que pensaría cualquiera cuando va a leer por primera vez un libro de Boris Izaguirre. ¿Merecerá la pena? ¿No será una pérdida de tiempo? ¿Será Boris un escritor de verdad o es un tío que vende libros porque sale por la tele?
Después de leer esta novela he de decir que no escribe mal, no.
Esta obra arranca en la Caracas de los años treinta, cuando las divisas atraídas por los yacimientos de petróleo auguraban un próspero futuro para toda Venezuela. Ana Irene y Ana Elisa son las dos hijas del matrimonio Guerra. Viven cómodamente en una mansión del oeste de la ciudad, al amparo del régimen de turno. Pero toda la felicidad se trunca el día en el que dicho régimen cae. Finalmente las dos hermanas quedan al cuidado de sus vecinos, los Uzcátegui. Ana Irene, la mayor, la más bella, es trabajada por la matriarca de la familia, Graciela Uzcátegui, para convertirse en la nuera perfecta. Ana Elisa, por su parte, tiene que buscarse su propio lugar en el mundo, un mundo hostil para los no elegidos.
En realidad esta es la historia de Ana Elisa, de cómo pasa de ser una huérfana de buena familia pero ignorada por la alta sociedad caraqueña a ser un cisne admirado por todos por su elegancia y su saber hacer.
Bueno, creo que la trama puede resultar reconocible, ¿no? Vamos, no voy a caer en prejuicios tontos sólo por el hecho de que El autor haya escrito guiones de telenovelas venezolanas, pero es que el mismo molde que da forma a todas ellas se encuentra presente en esta “Villa Diamante”: la niña apenada de familia rica venida a menos, quien tiene que forjarse un carácter; la madrastra bella y malvada; la ambientación en mansiones de la alta sociedad… Pero hasta aquí, tampoco nos pasemos. Si toda la novela hubiera estado cortada por el mismo patrón dudo mucho que hubiera sido capaz de acabármela. Boris es consciente de que este es su libro, que sólo tiene que responder ante el lector y no ante una piara de directivos de un canal de televisión, y va más lejos, mucho más lejos. Mientras los sufrimientos de la típica heroína de TV pasan porque no es aceptada y su amor es obstaculizado por la mala, a Ana Elisa la joden a base de bien durante toda la primera mitad de la novela.
Como decía, aunque el planteamiento de la obra es muy de culebrón, Boris Izaguirre ha empleado como faro para construir el mundo en el que esta se desenvuelve “La casa de los espíritus”, de Isabel Allende. Y se nota.
La época en la que se desarrolla la historia es, sobre todo, la de la dictadura de Pérez Jiménez, y esta se nos presenta muy detallada. Esta ambientación es, sin duda, lo mejor de la novela, pues hace que el lector se interese y acuda a un libro de historia (eso si existe todavía algún libro de historia que no se haya tragado la Wikipedia) para conocer más de cerca de los personajes reales. Es una gozada, ya digo, pues nos expone los esplendores y las truculencias de un enorme espejismo, el de la Inmensa Venezuela, y nos lo expone con grandes dosis de crítica social y de esa ironía tan característica del autor.
Vamos ahora a la peor parte de la novela con diferencia. “Villa Diamante” es un claro ejemplo de cómo un ritmo mal planificado puede estropear una obra que podría haber aspirado a más (y no me refiero en cuanto a premios; otro día hablamos sobre lo que opino del Premio Planeta). Hay ocasiones en las que la trama avanza muy poco a poco. Por ejemplo, en la primera parte de la novela, cuando la protagonista es una niña, pasan las páginas y no pasa nada de interés. Después Ana Elisa se marcha para Trinidad y todo se precipita. Soy consciente de que Boris no ha querido escribir una historia de amor (detalle que aplaudo), pero después del tiempo que le dedica antes a Mariano Uzcátegui, un personaje que promete mucho pero que se queda siempre en nada, pasa de largo a través de la relación entre Elisa y Hugo. Pero literalmente. Ahora es la ayudante de Joan y una página después está felizmente casada y en el camino de regreso. No sé si será aposta, pero da la impresión de que por pereza al autor no le importa cargarse la verosimilitud.
Abundan también las subtramas que son callejones sin salida. No aportan nada a la historia. Parece evidente que se tratan de recuerdos personales de Boris Izaguirre insertados a las bravas en la novela.
Hablemos ahora de los personajes. A pesar de lo que pueda parecer leyendo la contraportada, sólo hay una protagonista. Durante toda la obra la única función de Irene, la hermana guapa, es ejercer de contraste frente a las desventuras de Ana Elisa. Pero no por ello cae mal. Ni bien tampoco, la verdad.
La propia protagonista me parece un personaje desaprovechado. Crece bastante a lo largo de la historia, pero siempre da la impresión de que podría haber llegado a más.
Podríamos hablar también largo y tendido sobre Graciela Uzcátegui, sin duda el personaje favorito para Boris de todos los que nos presenta, pero tampoco me parece una creación muy original. Otra cosa es referirnos a Pedro Suárez. Este es un personaje que atrae toda la atención del lector cuando aparece, aunque primero se tiene que ganar su puesto (no me queda claro que sea el mismo antes que después del viaje a Trinidad de Elisa; antes es un inspector de policía que tiene que investigar un supuesto asesinato; después es un verdugo de Pérez Jiménez y uno de los hombres más influyentes de su régimen. Eso sí, funciona estupendamente para integrar la historia de la familia con la de la Inmensa Venezuela).
En fin, una novela bien escrita pero lastrado por su ritmo. Del montón.

Puntuación: 62 sobre 100


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