domingo, 21 de diciembre de 2008

UN ARCO IRIS EN LA NOCHE - Dominique Lapierre


Título: Un arco iris en la noche
Autor: Dominique Lapierre (La Rochelle, Francia, 1931)
Año de publicación: 2008
Título original: Un-arc-en-ciel dans la nuit
Edición: Editorial Planeta, Planeta Internacional, primera edición, septiembre de 2008
Traducción: Carmen Suárez Menéndez
Páginas: 423. Mapa de Sudáfrica + Mapa de la conquista de Sudáfrica por los carros del Gran Viaje + cuatro partes + Epílogos + Anexos + ¿Qué ha sido de ellos? + Breve muestra de las 1700 leyes del apartheid + Cronología + Glosario + Bibliografía selleccionada + Agradecimientos + Todo lo que no se da se pierde + Créditos fotográficos
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6 de abril de 1652. Un puñado de jardineros holandeses desembarca en la punta sur del continente africano. Su misión: hacer crecer lechugas para la tripulación de la poderosa Compañía de las Indias Orientales de Amsterdam, diezmada por el escorbuto. En esta aventura agrícola no existe ambición alguna de conquista colonial. Pero estos hombres, y los inmigrantes que se unen a ellos, pronto desafían las junglas infestadas de bestias salvajes y de moscas tse-tse para adentrarse en el corazón del continente. Van a escibir el primer capítulo de la historia de un país que todavía no existe: Sudáfrica.
Convencidos por su fe calvinista de que Dios los ha elegido para reinar en el mundo, estos primeros colonos van a enfrentarse a las tribus negras, a los buscadores de oro y diamantes, y a los casacas rojas de la reina Victoria. Una saga feroz, tumultuosa, heroica, que desmbocará tres siglos más tarde en una de las mayores tragedias de la historia: la instauración, por parte de un pequeño grupo de cuatro millones de blancos, de un régimen racista que provocará cientos de miles de víctimas negras. Será el apartheid, una dictadura repugnante a la que pondrá fin, tras veintisiete años de encarcelamiento, un gigante de nuestro tiempo, Nelson Mandela.
Con la pasión, la minuciosidad y el talento que han marcado el éxito de sus grandes frescos históricos, Dominique Lapierre ha llevado a cabo una investigación de tres años para reconstruir la epopeya de estas mujeres y de estos hombres, anónimos o célebres, blancos o negros, europeos o africanos, que con su sangre y con lágrimas han dado a luz a Sudáfrica, hoy convertida en la "nación arco iris".
Dominique Lapierre es coautor, junto con Larry Collins, de ¿Arde París?, O llevarás luto por mí, Oh, Jerusalén, Esta noche la libertad, El quinto jinete y ¿Arde Nueva York? En solitario ha escrito La ciudad de la alegría, Más grandes que el amor, Mil soles y Érase una vez la URSS, y con Javier Moro, Era medianoche en Bhopal. Sus bestsellers han inspirado diversas superproducciones cinematográficas y cuentan con más de cien millones de lectores en todo el mundo.
Como ya anuncie en la entrada anterior voy a encadenar tres libros que podríamos catalogar como documentales. Es este el turno de “Un arco iris en la noche“, el último de Dominique Lapierre. Confesaré que no soy un devoto lector del autor francés. Eso es porque hasta ahora no había leído nada suyo (ni siquiera he visto la versión cinematográfica de “La ciudad de la alegría“. Soy completamente virgen de su literatura).
Si elegí leer el libro que ahora me ocupa fue porque el tema siempre me ha intrigado mucho. La historia de la humanidad esta plagada de injusticias colosales. La infamia nos ha acompañado desde el momento en el que el primer mono tuvo consciencia suficiente de su capacidad para putear al segundo mono. Esto no es nada nuevo. Tenemos ejemplos de lo que digo en todas las épocas historiadas. Por poner un ejemplo evidente de tan manido, es incomprensible que la misma especie humana que acumulando conocimiento sobre conocimiento ha sido capaz de escalar hasta la superficie lunar (o que, por poner otro símbolo de excelencia, ha sido capaz de programar “Metal Gear Solid 4. Guns of Patriots“) haya podido también descender hasta el profundo abismo de la irracionalidad que supuso el Holocausto. Podemos argumentar que desde el principio de los tiempos el pueblo judío ha despertado el recelo cuando no el odio entre el resto de grupos humanos (cosa que tampoco alcanzo a comprender). Podemos hablar de la idiosincrasia germana, de la situación económica de la Europa de entreguerras de la que siempre hay que culpar a alguien... Inclusive, si queremos, podremos hablar de hipnosis colectiva, de poderes en las sombras, de conspiraciones... Sigue resultando absurdo, pero podemos ir juntando piezas que, de alguna forma, nos hagan vislumbrar el por que de que un mundo entero se tape los ojos ante seis millones de asesinatos. Tenemos las piezas gracias a los libros de historia y a las ochocientassesenta y nueve películas que se han rodado hasta la fecha sobre el tema. Sin embargo, ¿como se entiende que tan solo cinco millones de blancos hayan subyugado a veinticinco millones de negros, dándoles tratamiento de extranjeros en su propio país, privándoles de los derechos mas básicos durante casi medio siglo, hasta ayer mismo? En el puzzle del Apartheid me faltaban muchas piezas.
Dominique Lapierre, con la ayuda otra vez de Javier Moro en la documentación (aunque en este caso no aparezca en la portada, como sí ocurrió en “Era medianoche en Bophal“) consigue sumergirnos de lleno en la muy particular historia de Sudáfrica. Tiene el autor el buen tino de remontarse a los orígenes en lugar de plantarnos en plena guerra de los bóers. Todo el primer capitulo lo dedica en exponernos los antecedentes. El ritmo de este primer capitulo es un tanto irregular, pues algunos sucesos se explican muy detenidamente mientras que luego se salta décadas enteras. Esto no me parece reprochable. Incluso es lógico. A fin de cuentas, esteno es un libro de Historia sino de historias. Quizás ese sea también el gran problema en los capítulos siguientes, cuando ya nos hemos metido en materia. Lapierre se dedica a contar historias que nos ayuden a comprender la vida dentro del Apartheid. Ahora nos habla del Distrito Seis, de Sophiatown, de la enfermera Helen y del doctor Barnard, de los Mandela... No es que cuente cada una de las historias del tirón, pero las va relacionando en grupos temáticos. Más o menos. Así nos encontramos con que en una de las historias estamos llegando a 1983 y en la página siguiente pasamos a otra que se remonta a 1967. Este baile en la línea temporal me llego a descolocar como lector en más de una ocasión.
También me han faltado algunas piezas que me hubiera gustado encontrar (dejo ya de dar por culo con el símil del puzzle, lo juro). Me falta saber el porqué de la existencia de esos pequeños países rodeados por la Unión Sudafricana, como Botswana, por ejemplo. En fin, supongo que siempre nos quedara la Wikipedia.
Al libro anterior le reproché la falta de documento gráfico. Como anuncié también en aquella entrada, en “Un arco iris en la noche“ tenemos mapas y fotografías. Insuficientes, bien es verdad, pero los tiene. Lo que si se agradece y mucho es la inclusión de una serie de apéndices que sirven de colofón a las historias contadas. En especial me alegro encontrarme con aquel que nos habla de la vida posterior de algunos personajes. Si por mi fuera todas las obras documentales deberían tener un epílogo del tipo “Qué pasó con... “ Y algunas novelas también, que coño.
El lenguaje es claro y conciso, algo que debemos agradecer tanto al autor como a la traductora. Si acaso diremos que Lapierre no busca ser imparcial en los hechos que narra. A menudo toma partido y critica a los protagonistas que nos presenta. Bien por él. Ya he dicho que no es un libro de Historia.
Una obra que ayuda a recordar unos hechos para olvidar.
PUNTUACIÓN: 86 sobre 100

viernes, 12 de diciembre de 2008

ORÍGENES - Amin Maalouf


Título: Orígenes
Autor: Amin Maalouf أمين معلوف(Beirut, Líbano, 1949)
Año de publicación: 2004
Título original: Origines
Edición: Alianza Editorial, 2004
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia
Páginas: 535, 71 capítulos, ocho partes + Notas y agradecimientos
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"Pertenezco a una tribu que, desde siempre, vive como nómada en un desierto del tamaño del mundo. Nuestros países son oasis de los que nos vamos cuando se seca el manantial; nuestras casas son tiendas vestidas de piedra; nuestras nacionalidades dependen de fechas y de barcos. Lo único que nos vincula, por encima de las generaciones, por encima de los mares, por encima de la Babel de las lenguas, es el murmullo de un apellido." Precisamente ese vínculo es el que lleva a Amin Maalouf, en Orígenes, a volver sus ojos hacia sus raíces familiares. Hurga en su memoria para resucitar el destino de esta "tribu", los Maalouf, que desde el Líbano que les vio nacer se expandieron por el mundo para alcanzar tierras tan aparentemente lejanas a su cultura como Cuba. En esta aventura que cubre en el tiempo todo un siglo, con la misma emotividad con la que nos cautivó en León el Africano, Amin Maalouf convoca a los muertos y a los vivos, a los fantasmas de sus antepasados y a los familiares que le rodean, para explorar las leyendas que se han alimentado entre los suyos. Revuelve viejos arcones, descubre amarillentas correspondencias, apergaminadas cartas de amor e inquietudes, esperanzas y desazones que le permiten hacer el retrato de toda una época periclitada, con las convulsiones que llevaron al desmoronamiento del Imperio otomano, y forjarse una idea clara de cómo eran, cómo pensaban y lo que llevó a los Maalouf a la diáspora. Unos eran místicos, otros masones; unos profesores, otros comerciantes, y todos, soñadores políglotas y cosmopolitas.
Maalouf sabe que la misma sangre inquieta corre también por sus venas y es consciente de que su periplo vital hubiera sido vano si, a través de la escritura y de su forma de ser, no hubiera sido fiel a esta genealogía emprendedora. Orígenes es el reconocimiento de la deuda contraída con sus antepasados, una larga y noble oración, un canto de amor a la tierra que le vio nacer y que permanece como la única patria de este escritor del exilio siempre afanado en hallar puentes entre Oriente y Occidente.
Después de tantas novelas como he comentado hasta ahora (todas menos esta) voy a cambiar de tercio. Las próximas tres obras de las que hablare no serán de ficción sino que me van a servir para conocer mejor el mundo en el que estamos. Ya digo que no ha sido esta una elección premeditada. Nunca hago planes del tipo “durante este mes solo voy a leer literatura escandinava“. No. Sencillamente han caído en mis manos unos libros que me apetece leer, así que me los leo. Voy a comenzar con “Orígenes“, de Amin Maalouf, pues ya había leído anteriormente la novela mas conocida del autor, “León el Africano“ y tenia ganas ya de recuperar otra obra suya. De hecho escogí esta porque me sonaba el titulo aunque no sabia de que iba (creí que era ficción). Cuando leí el resumen de la contraportada mas conforme estuve con mi decisión.
En “Orígenes“Maalouf se sumerge en la historia de sus antepasados cercanos, centrándose en la figura de su abuelo Botros y del hermano de este, Gebrayel. Nos encontramos a principios del siglo XX, en la provincia siria de Monte Líbano. Soplan vientos de cambio en un imperio, el otomano, de casi quinientos años de antigüedad. La modernidad, tal y como se entiende en Occidente, empieza a infiltrarse en Asia Menor, chocando con las contradicciones propias de la zona. Ante la frustración de un presente incierto los hombres de estas tierras se encuentran con la disyuntiva de quedarse en el país e intentar transformarlo desde dentro, luchando contra las costumbres y contra unas estructuras culturales y sociales arcaicas o bien emigrar. Emigra Gebrayel, quien se convierte en un comerciante rico e influyente de La Habana. Un hombre al que su propia fortuna perderá para luego ser perdida. Se queda Botros quien, conteniendo los impulsos que le gritan que se largue, se bate en una guerra perdida de antemano para traer las luces del conocimiento y la libertad a las tierras del Levante. Se convierte en un hombre admirado por su comunidad, aunque también envidiado y recelado.
Amin Maalouf también habla, pero menos, de otros miembros de su familia, como su padre y parte de la rama materna. Ya avisa el autor, al final de la obra, que en otras futuras se encargar de hablar de estos otros hombres y mujeres, mas lejanos o mas cercanos, de su genealogía. Si escogió centrarse en Botros y Gebrayel fue porque la época que ellos vivieron fue trascendental en la historia del Líbano. Los estertores del Imperio Otomano, la Primera Guerra Mundial, la caída de la Gran Turquía y su desmembramiento, el advenimiento del profeta de la modernidad, Kemal Atatürk.
Me resulta curioso que en algunos de estos acontecimientos el autor profundice y en otros, que seguramente afectaron mas a sus paisanos, pasa de puntillas mencionándolos solo. Me refiero a las varias matanzas que apunta pero sin situarlas en el tiempo ni explicar sus causas, empleándolas solo como referencia a algún suceso en el que si se quiere detener. No se por que Maalouf decide hacer eso pero confunde al lector porque, viendo la tensión que se ha vivido en su país en las ultimas décadas, da la impresión de que el principio del siglo XX fue una época idílica para Oriente Medio, con cambios, si, en cierto modo convulsa, con hambre, con miseria, pero sin los muertos que ahora vemos en los telediarios.
Llegados mas o menos a la mitad del libro Amin Maalouf corta en seco la biografía de su abuelo y se marcha físicamente a La Habana, en busca de las huellas de su tío perdido Gebrayel. Aunque llegue a sobresaltar el cambio brusco del tono de la obra me parece un movimiento muy inteligente. La narración se convierte en un diario en el que va anotando sus pesquisas y resultados, satisfactorios o decepcionantes, según se vayan produciendo. Localizamos con el la tumba del tío-abuelo cubano, el lugar donde este falleció, su palacio y hasta algún primo desconocido con vida. Estos capítulos son para mi de los mejores de “Orígenes“, sin desmerecer con ello a los demás. Me recordaron a la búsqueda que emprendió Juan Manuel de Prada en “Las esquinas del aire”.
En general podemos destacar que Amin Maalouf trata a todos sus ascendientes con ternura pero sin mucha condescendencia. Habla de las virtudes de todos ellos pero no los mitifica, también expone sus errores y sus arbitrariedades. Eso si, siempre buscando un motivo que los justifique (eso no me parece mal, que conste. Siempre he pensado que hasta las peores infamias de la historia de la humanidad han tenido una justificación inapelable para sus autores). Esta es una obra que obliga al lector a preguntarse por sus propias raíces. ¿Que sabe uno en realidad de todos aquellos que le precedieron? ¿Que hizo en realidad mi abuelo en la guerra? Lastima que en mi caso no exista un baúl lleno de cartas.
Lo que si echo en falta es algo que agradezco profundamente en toda obra documental (algo que si ofrece la que estoy leyendo ahora, por ejemplo) que son unos mapas de la época y, sobre todo, fotos de los protagonistas. A medida que vas conociendo sus actos masganas tienes de poder mirar a Botros a los ojos.
En definitiva, un gran libro y un gran homenaje, muy agradable de leer.
PUNTUACION: 89 sobre 100.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

HELENA O EL MAR DEL VERANO - Julián Ayesta



Tí­tulo: Helena o el mar del verano
Autor: Julián Ayesta (Gijón, España 1918)
Año de publicación: 1952
Edición: Editorial Acantilado, quinta reimpresión, noviembre 2007

Páginas: 87, tres partes, siete capítulos







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Cuando apareció en 1952, Helena o el mar del verano fue considerada por un pequeño grupo de entusiastas lectores una de las obras más extraordinarias de la narrativa española de posguerra. A través de los años permanece intacto el poder de sugestión y el lirismo de la escritura de Ayesta.
"Uno de los diez libros más importantes de la narrativa española del siglo XX." MARÍA JOSÉ OBIOL, El País
"Las anteojeras de una crítica miope han convertido en tópico la falta de vuelo de la narrativa española de los años cincuenta. [...] Helena o el mar del verano demuestra que la imaginación y sutileza de la palabra ya circulaban..." Abc
"Afirmo sin ningún ánimo de asombrar a nadie que es uno de los libros más hermosos de la literatura española de posguerra." GREGORIO MORÁN, La Vanguardia



Después de la noche siempre llega el día, o al menos así ha ocurrido hasta ahora. Después de la racha de títulos flojos que he venido comentando en el último mes, hoy tengo el inmenso placer de hablar de "Helena o el mar del verano", la única novela publicada por Julián Ayesta. Y ya que estamos haciendo odiosas comparaciones señalaré el contraste con la última novela de la que hablé, en la que quinientas páginas no decían nada cuando aquí, donde no se cuentan ni noventa, nos podemos sumergir en un mundo inmenso. Y es tan inmenso este mundo porque no se ciñe a los límites de papel de las páginas, sino que enlaza con el nuestro propio. Mi infancia tuvo lugar más de treinta años después de la publicación de esta novela y casi quinientos kilómetros más al sur del escenario de la misma, pero a medida que la iba leyendo más me iba reconociendo en ella. De alguna manera, yo he vivido así, he pensado así, he sentido así (espectaculares los auto-debates teológicos del capítulo titulado "La alegría de Dios").
En la novela el que habla es un niño entrando en la adolescencia. Habla de su vida, de sus veranos en las playas de Gijón, de su relación con los mayores, del sentimiento religioso y las primeras dudas sobre este, y de Helena. Helena es aquella chica que te transforma sin ella pretenderlo, la que hace que dejes de ver a las niñas como unas tontas y unas malas compañeras de juegos y las convierte en unos seres mágicos, incomprensibles e inalcanzables. La que te convierte en hombre pero no por madurez real sino para impresionar. La que te enseña el mundo que conoces desde siempre pero visto desde sus ojos.
Y todo eso en un libro que te puedes leer en poco más de una hora. La explicación la he dado antes. Esta novela no se puede leer sin apelar a los recuerdos personales. Eso hace que, a pesar de los más de cincuenta años transcurridos desde su publicación no haya envejecido ni un ápice.
Muchas veces, en comentarios de otras novelas, he argumentado su nota hablando de lo bien o lo mal que ha envejecido (sobre todo en los libros que se han escrito hace más de treinta años, evidentemente). Yo creo que para poder decir de un libro que se mantiene perfectamente vigente al día de hoy podemos tomar en consideración dos factores. Uno es que la obra hable de un lugar en concreto y de un momento histórico concreto, con lo que el pasar de los años le va dando un carácter de documental. El otro es que el autor se dirija al lector de tú a tú, que se infiltre en sus vísceras mostrándole que, en el fondo, sus problemas, sus grandes problemas, son los que han sido siempre en toda la historia de la humanidad.
Indudablemente, "Helena o el mar del verano" pertenece a este segundo grupo.
Mi encuentro con esta novela fue todo un descubrimiento, propiciado por un amigo que sabe lo que lee, pues nunca había oído hablar antes ni de la novela ni del autor. Tal y como aparece en la contraportada, cuando se habla de esta novela es obligatorio hablar del páramo en el que, según gran parte de la crítica, se había convertido la narrativa española durante la posguerra. Yo no seré menos.
Desde que estaba en el colegio siempre me habían enseñado que la Guerra Civil acabó con una brillante edad de plata en las letras españolas para dar paso a una época oscura donde sólo se publicaban novelas de autores adscritos al régimen que se dedicaban a loar las proezas de la Cruzada. Novelas muy discretas de entre las que destacan un puñado escaso (si no menos, ahora mismo sólo recuerdo "Nada", de Carmen Laforet y "La familia de Pascual Duarte", de Cela). Esta situación duró hasta que Luis Martín Santos dio un vuelco completo a la situación al publicar, en 1962, "Tiempo de silencio". Pero entremedias, sólo el vacío.
Y ahora, después de leer "Helena o el mar del verano", no puedo hacer otra cosa más que pensar en todas esas joyas ocultas que quedarán sepultadas por el olvido de la crítica profesional.
Como casi siempre, hablaremos ahora de la estructura de la novela. Está escrita en primera persona, con el lenguaje que emplearía un niño en plena pubertad. Esa falta de cuidado por la retórica y la forma de utilizar la gramática puede ser un tanto chocante en un primer vistazo (puede irritar el abuso del polisíndeton, pero es algo que no será ajeno a cualquiera que haya leído a Hemingway). Sin embargo puedo asegurar que pasadas las primeras páginas estamos tan inmersos en la lectura y en la evocación de los recuerdos que el lenguaje no sólo no molesta sino que se descubre como el más adecuado.
En definitiva, es esta una novela muy recomendable, que tiene tantas lecturas como lectores por su multidimensionalidad, y que pide, como poco, otra relectura.


Puntuación: 96 sobre 100

jueves, 20 de noviembre de 2008

LA MOMIA (O RAMSÉS EL MALDITO) - Anne Rice


Título: La momia (o Ramsés el maldito)
Autor: Anne Rice / Howard Allen O'Brien (Nueva Orleans, Louisiana, USA, 1941)
Año de publicación: 1989
Título original: The mummy of Ramses the Damned
Edición: Ediciones B, 10ª reimpresión febrero 2000
Traducción: Luis Soldevilla Ribelles

Páginas: 541, 2 partes 12 y 11 capítulos


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Ramsés es inmortal, vive a través de los siglos. Pero ha bebido el elixir de la vida y se ha convertido en Ramsés el Maldito, condenado a recorrer la tierra para saciar sus afanes que nunca verá satisfechos: de comida, de vino, de mujeres. De nuevo, Anne Rice se sirve de un personaje sobrehumano para someterlo a la más humana de las condiciones: la pasión. La momia recobra la vida en el Londres eduardiano y regresa a El Cairo con la personalidad asumida del doctor Ramsey, egiptólogo. Lo persigue el recuerdo de su última reencarnación como amante de Cleopatra. Su anhelo por la Reina de Egipto le lleva a cometer un acto que devastará los corazones de quienes le rodean.
"Su prosa voluptuosa lleva a los lectores a un territorio erótico en el que el goce sensual tiene un lado oscuro, aterrador y de enorme atractivo". The Village Voice.
"Una imaginación fresca y poderosa. La autora consigue que creamos en todo lo que su imaginación ha visto." New York Times Book Review


He aquí otro ejemplo de un libro escrito exclusivamente para vender. Sin más. Aunque lo cierto es que no es de los peores.
Al leer la dedicatoria nos podemos imaginar que es un homenaje al personaje de las películas de terror de la Universal. Pero no es así. Ni siquiera es una obra de terror. En realidad la autora emplea la misma fórmula que utilizó en sus novelas más conocidas. "La momia (o Ramsés el Maldito)" es "Entrevista con el vampiro" pero protagonizada por un inmortal... estoooo... protagonizada por un inmortal que no bebe sangre. Ah, y al que el sol no mata sino que lo revive. Se pueden hacer a la idea...
Estamos en el Egipto británico de principios del siglo XX (parece ser que las momias sólo volvían a la vida en esa época, será por alguna conjunción astral o algo así). Un egiptólogo inglés descubre una momia que aparentemente perteneció al faraón Ramsés II (ya puestos, para qué conformarse con el sacerdote Imhotep. Dentro de treinta siglos es más probable que vuelva a la vida Winston Churchill antes que Aleister Crowe). Pero el egiptólogo tiene un sobrino vivalavirgen que lo asesina delante de la momia. Lo mata porque... bueno, porque lo mata, porque si no la trama no avanza. Con el egiptólogo muerto envían a la momia a Londres, donde vuelve a la vida. Entonces, en vez de matar a todos los que profanaron su sueño y a sus primogénitos, la momia se revela como un buen tío y se enamora de la hija del egiptólogo (a la que, a partir de ahora, llamaremos Julie, ya que "la hija del egiptólogo" queda un poco largo). La momia (a la que, en lugar de Ramsés o Ramsey llamaremos "la momia moña") es muy espabilada y aprende inglés en una tarde. Entonces le cuenta a Julie que ha resucitado porque nunca murió, porque bebió un brebaje mágico que le hizo inmortal. Como ya he dicho Julie y la momia moña se enamoran pero no se dedican a comer perdices como cualquier hijo del vecino sino que prefieren largarse de vacaciones a Egipto. Se van para que la momia moña pueda... para que la trama avance, vaya. Ya en Egipto a la momia moña le pica la mosca y decide que para qué conformarse con una pudiendo tener a dos. Se va al museo de el Cairo y, como le sobraba elixir, resucita a la momia de su amor de juventud. Dicha momia es la de la chacha de su palacio de verano en... que no, que es la de Cleopatra (ya puestos...). Pero Cleopatra no es una momia moña, es una momia chunga que se cepilla a todo aquel al que se encuentra (tampoco a mucha gente, qué más quisiera, sólo a cuatro o cinco mindundis).
Esta es más una novela de amor que una de terror o aventuras. De una forma bastante pobre la autora intenta aproximarnos a la psicología de unos determinados personajes históricos. No son creíbles en ningún momento, esa es su mayor tara. Su comportamiento no es nada fluido, está muy forzado por la mano de la autora. Lo mismo podemos decir de la historia. Ocurren cosas porque sí. Anne Rice abusa del azar.
Por otro lado, se pasa de largo. No son necesarias tantas páginas para contar una historia tan simple. Bueno, supongo que es la forma de escribir típica de Anne Rice. Uno vez oí, no recuerdo dónde ni cuándo ni siquiera puedo asegurar que sea cierto, que Rice se jactaba de no corregir nunca sus manuscritos. Planeaba la estructura, ideaba la historia, perfilaba los personajes y luego redactaba toda la novela del tirón. Ya digo que no sé si es así. Me cuesta comprender que se pueda publicar una novela sin haber metido antes las tijeras en ella. Pero si fuese cierto comprendería varias cosas. Entendería que la autora ya no escribe novelas. En su momento compuso un molde y desde entonces se ha limitado a encajar los personajes que le interesaban en cada nueva obra. Podríamos decir que la autora tiene un estilo muy definido, pero eso sería echarle mucho morro. En realidad no hace más que escribir una y otra vez lo mismo. Mientras siga vendiendo...
Y otra cosa, esta novela no necesita unas tijeras. Necesita una sierra mecánica.
De los personajes poco podemos decir, salvo que con la mayor parte de ellos no hace otra cosa que un recorta-pega-y-colorea de los de "Entrevista con el vampiro". La decepción es la del sobrino del egiptólogo, Henry, que prometía mucho como malvado pero se queda en una simple cabeza de turco.
Respecto a la estructura de la novela, es de lo más convencional posible. Sigue una estricta linealidad temporal salpicada por algún que otro flashback (muchos menos de los que sería de agradecer). En todo momento está escrito en rigurosa tercera persona con narrador omnisciente.
Con todo lo que he dicho anteriormente no se comprende mi aseveración del principio de esta crítica, cuando aseguraba que este libro no es de los peores. Pues no lo es. No lo es porque en él no hace más que repetir una fórmula, pero es su fórmula, una fórmula que no es fácil encontrar en otros. Se agradece que su sistema de escritura no sea igual que el de otra autora de best-sellers que prefiero no nombrar (bueno, sí, la nombro, es Catherine Neville, la de "El ocho", qué pasa), quien afirmaba que antes de ponerse a escribir una novela investigaba por internet cuáles eran los temas que más buscaba su target y los metía todos en el saco. Eso no es una fórmula, es un oportunismo desvergonzado. Sin embargo "La momia (o Ramsés el maldito)" es una novela de Anne Rice de la primera a la última página (y están muy separadas una de otra).
En líneas generales podemos decir que "La momia (o Ramsés el maldito)" es una novela de encargo escrita por una autora a la que le encanta que le encarguen novelas. Es fría de tan formal pero su lectura es ágil. No es un mal exponente de la literatura de entretenimiento, aunque no es una novela que recomendaría especialmente. Se lee bien y se olvida fácilmente.
52 sobre 100.

sábado, 15 de noviembre de 2008

LAS PEQUEÑAS ESTATURAS - Alfredo Pareja Diezcanseco


Tí­tulo: Las pequeñas estaturas
Autor: Alfredo Pareja Diezcanseco
(Guayaquil, Ecuador 1908)
Año de publicación: 1970
Edición: Cimas de América, Revista de Occidente Primera edición 1970

Páginas: 241, 12 capítulos







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No tiene texto en contraportada.

Lo primero de todo, antes de entrar en faena, como el libro que hoy nos ocupa no tiene texto en contraportada (a diferencia de la novela anterior, que tenía todo el texto del mundo), es de rigor comenzar haciendo un pequeño resumen.
Esta es una fábula que tiene lugar en un país subdesarrollado anónimo. Aunque el autor es ecuatoriano y por lógica el lector ubique la acción en el país andino hay muy pocas señas que permitan identificarlo. Bien podría tratarse de la España de los primeros años setenta. Hay un pueblo y una casa donde viven tres mujeres solas, Anáfora, viuda de un fantasma, Redama, la hija de Anáfora y protagonista de la novela, y Edúrea, prima de la segunda, mujer cruda de carácter y reaccionaria de convicciones (hoy día seguramente sería presidenta de algún tipo de asociación de padres).
Al pueblo sin nombre llega Ribaldo, un joven comprometido con la causa campesina que pertenece a un grupo de lucha armada, los sodalios (lo pongo en minúscula porque en ningún momento de la novela se dice que sea este el nombre del grupo, sólo se llama así a sus componentes). Llega Ribaldo con la orden de perpetrar un atentado, pero también porque está enamorado de Redama. Sin embargo por alguna extraña razón tanto él como sus camaradas encogen de tamaño en el momento en el que van a atacar.
Bien, con esta idea como punto de partida, podemos pasar a analizar la obra.
Alfredo Pareja Diezcanseco es toda una personalidad en las letras ecuatorianas. Cuando se habla de los grandes autores de novela del siglo XX en Ecuador siempre, junto al de Jorge Icaza o Joaquín Gallegos Lara, aparecerá su nombre. Es además un autor todoterreno, que ha publicado, además de novela, numerosos artículos y poemas. De entre todas las novelas que publicó a lo largo de su vida, Alfredo Pareja Diezcanseco señaló "Las pequeñas estaturas" como la más perfecta.
Comento todo esto para que entiendan lo difícil que me resultaría admitir que esta novela no me ha gustado. Y la verdad es precisamente esa, que no me ha gustado en absoluto. Esta es una angustia semejante a aquella que sientes cuando eres joven y te lees el "Ulises", de Joyce. Hace poco tiempo que has descubierto el placer de la lectura de los clásicos universales. Te has leído "Cien años de soledad", "Los miserables", "Madame Bovary", "La montaña mágica", "Crimen y castigo", "La insoportable levedad del ser", etc. Y has disfrutado horrores. Como en todas las listas de grandes novelas de todos los tiempos siempre hay alguna lumbrera que me te el "Ulises", pues vas y te lo lees. O lo intentas, al menos. Vas pasando las páginas y no entiendes nada. ¿Cómo puede ser? Te consideras una persona inteligente y, que coño, estos últimos meses has desarrollado un gusto refinado por la lectura. ¿Cómo puede no gustarte el gran Joyce? Sigues leyendo, obligándote a disfrutar con lo que lees. No puedes, sigues sin entender nada. Ah, afortunadamente el libro que estás leyendo es una edición comentada y al final hay una especie de resumen con la explicación de cada uno de los capítulos. Aunque tienes reservas, decides hacer trampas. Sólo as a leerte un poco del resumen del primer capítulo. Un poco sólo, nada más que para situarte. Bueno, quizás leas algo del segundo capítulo también, lo necesario para entender de qué va la historia. Un momento... Aquí algo debe de estar mal... Esto no tiene nada que ver con lo que has leído hasta ahora... Por fin te das cuenta. Alguien te está tomando el pelo. Y arrojas la novela al montón llamado "Libros que no me he podido terminar y que jamás intentaré leer de nuevo pues preferiría sin dudar arrancarme los ojos con unos alicates al rojo vivo antes de volver a posar mi vista en una sola de sus páginas".
Aunque el ejemplo es un poco extremo sí se puede equiparar de alguna manera con lo que ha supuesto para mí la lectura de "Las pequeñas estaturas" (quede constancia que en este caso sí pude acabar de leerme la novela). Llevo todo el tiempo que he invertido en leerme este libro intentando auto-convencerme de que las virtudes que lo visten son muchas y preciosas, demasiado quizás para que mi pobre intelecto pueda deleitarse con ellas. Admitir lo contrario sería admitir mi nulidad para reconocer las obras maestras ni aunque las tenga delante de mis narices. Pero no nos engañemos. En realidad el emperador está desnudo.
¿Por qué? Porque la trama es innecesariamente oscura. El lenguaje es relamido, casi tanto como los personajes. No hay ninguno que caiga simpático. Ninguno. Dan ganas de coger a la pareja protagonista y meterla debajo de una prensa hidráulica para que encojan de verdad. De la historia sólo podemos decir que el propio autor no deja claro qué es lo que quería hacer. ¿Intentaba hablar sobre los grupos revolucionarios que, siguiendo la estela de lo ocurrido en Cuba, pretendían acabar con las desigualdades de Latinoamérica a bombazo limpio? De acuerdo, pero ¿la mejor forma de hacerlo es contando una fábula en la que nada tiene sentido? Me quedo con "Historia de Mayta" sin dudar. ¿Quiso el autor hacer un ejercicio con el llamado "realismo mágico", de moda en el momento de la publicación de la novela? Si es así Diezcanseco apenas conoce a García Márquez de oídas. Personalmente me da la impresión de que el autor hace avanzar la trama a empujones, según se le van ocurriendo las ideas. Cuando ya la novela lleva muchas páginas y estamos más o menos situados, se presenta un nuevo personaje de tapadillo, la bruja Fascinata, que de secundaria pasa a ser la encarnación de todos los males para el gobierno del país. Y por más que te estrujes las neuronas no eres capaz de entender qué simboliza. Pues lo mismo pasa con el general, con los transformadores, con las fuerzas vivas, etc. Es como sí, a medida que Alfredo Pareja Diezcanseco escribía su obra se sentía obligado a meter, aunque fuera con calzador, las primeras planas de los periódicos de cada día. Una buena manera de hacer que una novela envejezca rápidamente.
La estructura es confusa. A ratos está escrita en primera persona y es Redama la que habla, luego está en tercera persona, luego otra vez en primera y es Ribaldo el que habla, o es un diálogo donde las intervenciones de los personajes están separadas como si fuera el libreto de una obra de teatro,... Mientras que recursos semejantes quedan perfectamente implementados en otras obras (un ejemplo de esto sería "Entre Marx y una mujer desnuda", donde Jorge Enrique Adoum da una lección de composición), en la que nos ocupa no se deja de respirar un amargo tufillo intelectualoide.
En fin, no quiero ser tan duro porque "Las pequeñas estaturas" no es una obra infame. Es sólo que me ha decepcionado mucho. Yo me considero un firme defensor de la literatura ecuatoriana, esa gran olvidada en el fenómeno del "boom" de la novela hispanoamericana. Por eso me da rabia el tiempo que me ha hecho perder. Con todo el dolor de mi corazón, me veo obligado a suspenderla.


Puntuación: 42 sobre 100.

domingo, 2 de noviembre de 2008

UN HOMBRE EN LA OSCURIDAD - Paul Auster


Tí­tulo: Un hombre en la oscuridad
Autor: Paul Benjamin Auster
(Newark, Nueva Jersey, USA, 1947)
Año de publicación: 2008
Título original: Man in the dark
Edición: Editorial Anagrama, Panorama de narrativas, primera edición, septiembre 2008
Traducción: Benito Gómez Ibáñez
Páginas: 207
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August Brill ha sufrido un accidente de coche y se está recuperando en casa de su hija, en Vermont. No puede dormir, e inventa historias en la oscuridad. En una de ellas, Owen Brick, un joven mago que ha adoptado el nombre artístico del Gran Zavello, despierta en el fondo de un foso de paredes muy lisas que no puede escalar. No sabe dónde está ni cómo ha llegado hasta allí, pero oye el ruido de una batalla. Hasta que aparece el sargento Serge, que le ayuda a salir del pozo para que Brick pueda cumplir su misión. América está inmersa en una oscura guerra civil. Los atentados del once de septiembre no han tenido lugar, y tampoco la guerra de Irak. Y el joven mago descubre que los Estados Unidos combaten desde hace tiempo, pero contra ellos mismos. Unos cuantos estados -ahora desunidos- han declarado la independencia. Brick no entiende nada. Pero se entera de que su misión es asesinar a un tal Blake, o Block, o Black, un hombre que no puede dormir, y que, como un dios, inventa en la noche esa guerra que no acabará nunca si él no muere. Aunque no se llama Blake ni Block ni Black, sino August Brill, y es un crítico literario que ha sufrido un accidente, se está recuperando en la casa de su hija, en Vermont, y no tiene los infinitos poderes de Dios para inventar mundos infinitos, pero puede contarnos una feroz y veraz fábula de nuestros días.
Y así, en un juego fascinante que no nos remite a Borges sino a Giordano Bruno, se despliegan dos novelas. En una, el protagonista es Owen Brick y el escenario unos fantasmales Estados Unidos, sin Irak ni Bush y sumidos en una guerra civil, en una esquinada, reveladora versión de la política americana actual y sus dilemas éticos. La otra es la "novela familiar" del narrador, donde August Brill nos cuenta y se cuenta su propia vida, y descubre y nos descubre, detective insomne y desolado, dilemas, amores, secretos y traiciones.
"La luminosa -y lúcida- prosa de Auster, su magistral dominio de las vueltas, revueltas y espejismos de su narración, nos mantiene clavados a las páginas, mientras el tortuoso progreso de August Brill hacia el conocimiento de sí mismo y el perdón nos devuelve, con fascinantes transformaciones, ideas y atmósferas ya presentes en las anteriores ficciones del autor: la inmersión de personajes aparentemente inocentes en pesadillas kafkianas de "La trilogía de Nueva York"; un mundo conocido y cotidiano convertido en un caparazón vacío de "El país de las últimas cosas"; la prueba de los imperfectos poderes de un héroe ingenuo de "La música del azar". "Un hombre en la oscuridad" es probablemente la mejor novela de Auster". (Kirkus Review).
"Auster no ha dejado, de todos modos, que los conflictos del mundo se apoderen de sus personajes. El mundo los envuelve, como el capullo de una crisálida, pero los seres de sus novelas están sumidos en el amor y en los tropiezos con el azar... Cuando me senté a conversar con él hace pocas semanas, el tema de la separación entre lo imaginario y lo real regresó una y otra vez a nosotros. Ambos convinimos en que si el arte crea historias y lenguajes, es porque la vida está lejos de ser perfecta. El arte permite a la especie humana ser lo que no se atreve a ser en la realidad, y soñar con las cosas que en la vigilia parecen imposibles. La historia insiste en ser desastrosa, pero el arte siempre echará sobre ella una luz de felicidad". (Tomás Eloy Martínez, El País).
Después de un texto de contraportada tan largo y excesivo, donde igual nos encontramos con spoilers como con inexactitudes (sí aparece Bush en la novela, de hecho es su investidura lo que origina la guerra), pasemos a la crítica.
Esta es la nueva novela de Paul Auster, del gran Auster, un autor por el que tengo especial predilección, del que ya he perdido la cuenta de las obras suyas que he devorado (que, con todo, son menos que las que ha escrito) y, a pesar de ello, he estado a punto de endosarle una mala nota. Ojo, no me refiero a suspenderle, que eso no sería justo para un autor de su talla. Muy mal tendría que hacerlo. Pero, no nos engañemos, esta no es la mejor novela del gringo, por mucho que lo diga la contraportada. Lo podríamos considerar, más bien, un libro menor. Menor si lo comparamos con "La trilogía de Nueva York", por supuesto, pero no si se le compara con, más o menos, el 90% de las novelas que se han publicado este año.
El gran lastre de la historia es precisamente lo que a priori aparece como lo más atractivo. Un hombre perdido en un país que no conoce pero que le aseguran que es el suyo. Una nueva guerra de Secesión. Una misión. Mundos paralelos. Un deicidio.
Pues todo esto está construido de tal forma que parece el argumento de una teleserie actual si el creativo de la productora hubiera leído "Niebla", de Unamuno. Además, tenemos al protagonista, August Brill, postrado en su cama, inventando esta historia para evitarse recordar su propia historia en una noche de insomnio. En ocasiones corta la trama de Owen Brick para rememorar retazos de su vida, pero siempre nos los deja cojos.
Conforme avanzamos en la lectura nuestra decepción es mayor. Esto no es una novela de Auster. Es un ejercicio de metaliteratura (como ya lo fue la novela anterior, "Viajes por el Scriptorium"). Parece hecho para atraer a otro tipo de lectores menos exigentes, a los que basta con echarles unas migajas de metafísica a una historia fantástica mediocre para que se la traguen con delectación (podríamos llamarlo "efecto Matrix"). Y eso jode con un autor de este calibre, de la misma forma que me jodió "Las intermitencias de la muerte" de Saramago, obra que debería estar dedicada a todos los lugares comunes que en el mundo han sido.
Pero Paul Auster es muy listo, sabe más que nosotros de esto. Cuando tienes prefigurado cuál será el final, cómo los mundos se cruzarán y el creador será muerto por sus creaturas, Auster da un golpe en la mesa y sus buenas formas conquistan el resto de las páginas. Acaba bruscamente el cuento que nos estaba contando y se pone a hacer lo que mejor sabe hacer, contar vidas. Vidas excesivas, posiblemente, vidas en las que el azar marca cada uno de los momentos que la conforman, pero vidas profundamente humanas. Y es que Paul Auster puede, perfectamente, hablarnos de un personaje que es capaz de levitar y, como está escrito en primera persona y se encarga de que conozcamos al protagonista hasta en la menor de sus miserias, en ningún momento dejamos de creer que lo que nos cuenta es verdad.
En esta novela los personajes no están tan sobreexpuestos a los caprichos de la fortuna salvo en pequeñas anécdotas que recuerda el protagonista, pero es que el autor aprovecha para hablar de cosas a las que no nos tenía demasiado acostumbrados. Y habla de Bush, y habla de Irak, y habla de los muertos de Irak. Y, por otro lado, nos habla de las cosas de siempre. Del amor, del fracaso, de lo sueños, de lo que significa morirse de pena.
Los personajes que aparecen en "Un hombre en la oscuridad" están tan trabajados como lo suelen estar en las novelas de Auster. Todos y cada uno de ellos, los de la historia real y los de la historia paralela, tienen una personalidad tal que podría protagonizar su propia novela. Si tuviera que quedarme con uno, por una vez, elegiría al protagonista. August Brill es la encarnación del artista americano de cierto éxito. De éxito suficiente (aunque en este caso no sea artista sino crítico literario). Cuando se nos narra por fin su historia descubrimos que "Un hombre en la oscuridad" es en realidad una novela de amor.. Pero de amor real, con sus destellos de poesía, con sus pequeñas y grandes traiciones, con su desgaste y su renacer, con la felicidad bien entendida. Y con la muerte, por supuesto. No entiendo una historia de amor si en ningún momento aparece la muerte.
El problema que tiene la novela, como ya he mencionado, es que pierde demasiado tiempo en el cuento de la guerra civil. Es cierto que al autor le gusta mucho eso de jugar al despiste, haciendo creer que nos va a contar una cosa para luego hablarnos de otra muy distinta (el ejemplo más claro lo tenemos en la gloriosa "La música del azar", donde una incipiente road-buddy movie se transforma de golpe en "El castillo" de Kafka), pero es que esta novela sólo tiene 207 páginas (y con letra gorda), de manera que no hay espacio suficiente para desarrollar la historia que realmente importa.
Hablando de la estructura vemos que la novela no está separada por capítulos sino por secuencias sin numerar. Estas secuencias no siempre tienen una unidad muy definida, pues en ocasiones comienzan con la historia de Brill y acaban con la de Brick. Pero esto ocurre pocas veces. Como ya he dicho más arriba, está escrita en primera persona, algo muy habitual en el autor. Eso ayuda a comprender más al personaje, a que nos identifiquemos con él con mayor facilidad. El ritmo es muy fluido en todo momento. No hay ninguna escena en la que el lector se atranque y se le quiten las ganas de seguir.
En definitiva, "Un hombre en la oscuridad" es una gran novela. Mucho mejor que la anterior aunque no llega a la altura de los clásicos del autor. Si alguien no se ha leído aun ninguna novela de Paul Auster y le apetece probarlo, de ninguna manera le sugeriré iniciarse con esta. Es mejor que opte por alguna de las "bigger than life", como "El palacio de la luna" o "Mr. Vértigo". No se arrepentirá.
Puntuación: 81 sobre 100.

domingo, 19 de octubre de 2008

LA LUZ FANTÁSTICA - Terry Pratchett


Tí­tulo: La luz fantástica
Autor: Terence David John Pratchett (Beaconsfield, Buckinghamshire, Reino Unido, 1948)
Año de publicación: 1986
Título original: The light fantastic
Edición: Ediciones Altaya, 2008
Traducción: Cristina Macía
Páginas: 277
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Un nuevo día, sereno y apacible, empieza en Mundodisco. Como es habitual, la gran tortuga navega por el éter entregada a reflexiones inescrutables, sosteniendo en su caparazón a los cuatro elefantes sobre los que descansa el mundo. Sin embargo, se avecina una inexorable colisión con una malévola estrella roja, y sólo una persona puede poner remedio al inminente desastre: Rincewind, el inepto y cobarde hechicero. Por desgracia, Rincewind fue visto por última vez cuando caía por el borde del mundo...
Ha llegado la hora de completar el último comentario con la crítica de “La luz fantástica”. Si ambas obras son consecutivas y consecuentes la una con la otra y además las he leído sucesivamente, bien podría haberlas presentado a la vez, tal y como hice cuando reseñé “Tu rostro mañana”. Y lo pensé, la verdad, pero luego llegué a la conclusión de que no era una idea acertada. Si bien la trilogía de Marías es una sola novela publicada en diferentes años, entre “El color de la magia” y “La luz fantástica” hay suficientes diferencias.
El primer libro es la presentación de un mundo que va a durar (hasta ahora) 26 novelas. Eso evidentemente limita la narración. La hace más dispersa. El protagonista es Rincewind, un mago negado que sobrevive de lo que puede por las calles de Ankh-Morpork. Y de lo que puede no es de la magia, eso seguro. A esa ciudad llega Dosflores, un turista del otro lado del mundo. El primer turista de todo el Disco. Y, como necesita un guía, como tiene mucho oro, como sólo lo entiende Rincewind y como el patricio de Ankh-Morpork amenaza a Rincewind con la pena de muerte si a Dosflores le ocurre el menor daño, el mago accede de buen grado a acompañarle en sus viajes.
Precisamente por la necesidad de darnos a conocer el mayor número posible de ángulos del Mundodisco, esta es una de las pocas novelas de la saga separada por capítulos. En cada uno de los cuatro que forman esta obra nos encontramos con una aventura propia en un lugar diferente, siguiendo siempre el periplo de los dos protagonistas (y el del siempre omnipresente y feroz Equipaje). Partimos de una ciudad en llamas y acabamos cayendo por el borde del mundo.
En “El color de la magia” no hay demasiada unidad. Pratchett apunta ideas geniales que luego, cuando ya no necesita, olvida. Dosflores habla un idioma extraño y sólo puede comunicarse con Rincewind. Esto es lo que hace que el mago se ofrezca como guía. Luego, cuando ya están juntos los dos, el autor olvida este detalle y resulta que el turista puede entenderse sin ningún problema con todo aquel con el que se encuentran (si bien lo hace hablando alto y despacio). El emperador del Imperio Ágata pide que maten a Dosflores para que al resto de sus súbditos se les quite de la cabeza la idea de ir viajando de un lado a otro. Sin embargo después del primer capítulo nadie persigue al contable-turista.
Hay algún detalle de estos más por la novela pero, a decir verdad, no molestan en ningún momento. Porque de tanto reírte no tienes tiempo para fijarte en esas minucias.
Los personajes son todos increíblemente divertidos (no he encontrado uno sólo que caiga mal), los diálogos son hilarantes, las descripciones de los lugares que visitan, surrealistas. Todo, hasta la última brizna de hierba del Discworld, está impregnado de genialidad. No hay manera de adivinar lo que ocurrirá en la siguiente página. Eso es una maravilla.
"La luz fantástica" es distinta. Distinta en el sentido de que existe una trama que seguir a lo largo de toda la novela, a pesar de que a cada rato aparezca una subtrama nueva. Eso no quiere decir que Pratchett se contenga y aparque sus ocurrencias en beneficio de la historia. Al contrario.
La historia, típica de la literatura fantástica, es la del fin del mundo, ni más ni menos. Una estrella amenaza con colisionar con el Gran A´Tuin, la tortuga que porta a sus espaldas el Mundodisco (que a su vez es sujetado por los elefantes Berilia, Tubul, Gran T´Phon y Jerakeen). Y el único que puede hacer algo se cayó por el borde del mundo en el libro anterior.
Esa es la premisa. Lo demás es un desparrame. Los druidas, los trolls, Cohen el Bárbaro, la Hermandad de la Estrella Roja, la Muerte,...
En esta novela aparece por fin un enemigo claro, Ymper Trymon. No es que Trymon sea excesivamente malvado, es que quiere conseguir el máximo poder para convertir el mundo en el paraíso de los oficinistas, una tierra gris y aburrida donde todo es como debería ser.
En esta novela funciona aún mejor la pareja Rincewind-Dosflores. El primero es un perdedor crónico. No desea ser un héroe, sólo vivir tranquilo en su ciudad sin que demasiada gente le quiera ver muerto. Dosflores es el eterno optimista. Aunque tenga a la propia Muerte en su propia cara nunca pensará que le pueda ocurrir el menor daño. En lugar de huir le enseñara a jugar a canasta.
La Muerte. Menudo personaje. La Muerte en Mundodisco es poco más que un funcionario. Eso sí, aplicado como pocos. No mata con saña, con tristeza ni con alegría. Lo hace porque ese es su trabajo. Igual que si trabajara en una fábrica de turrones.
En "La luz fantástica" conocemos nuevos parajes de la geografía del Disco, aunque no tantos como en la novela anterior.
Por todo lo dicho concluiré que este segundo volumen de la saga es incluso mejor que el primero. La historia está más acabada y los personajes son aún más agudos. Terry Pratchett no escribe la continuación lógica de las aventuras de Rincewind y Dosflores, sino que va más allá. Será porque en este Disco la lógica no tiene sitio.
Bueno, no me quiero alargar más. No es mi intención escribir una tesis sobre la obra de Pratchett. Lo que sí aviso es que, les guste o no, seguiré comentando más obras del inglés. Cuando se encuentra un filón semejante no es buena idea dejarlo escapar.
Puntuación: 95 sobre 100

jueves, 9 de octubre de 2008

EL COLOR DE LA MAGIA - Terry Pratchett


Tí­tulo: El color de la magia
Autor: Terence David John Pratchett (Beaconsfield, Buckinghamshire, Reino Unido, 1948)
Año de publicación: 1983
Título original: The colour of magic
Edición: Plaza y Janés. Debolsillo. 5ª edición, marzo 2007
Traducción: Cristina Macía
Páginas: 285. 4 libros




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En un mundo plano sostenido por cuatro elefantes impasibles - que se apoyan en la espalda de una tortuga gigante - habitan los estrafalarios personajes de esta novela: un hechicero avaro y torpe, un turista ingenuo cuyo fiero equipaje le sigue a todas partes sostenido por cientos de patitas, dragones que sólo existen si se cree en ellos, gremios de ladrones y asesinos, espadas mágicas, la Muerte y, por supuesto, un extenso catálogo e magos y demonios...
En esta serie de novelas se dan cita todos los temas y situaciones del género fantástico, vistos a través del personalísimo y corrosivo sentido de la comicidad de un autor inglés que se ha convertido en uno de los escritores de humor de mayor éxito y fama en el mundo.


He de decir que este ha sido mi primer encuentro con el hombre del sombrero. Sabía que existía y sabía más o menos de qué iban sus libros, pero nunca hasta ahora había leído uno de ellos.
Wow.
No sé cómo empezar.
Bueno, dejemos que la obra hable por sí misma:

Muchas veces se ha dicho que, aquellos que son sensibles a la radiación del octarino -el octavo color, el Pigmento de la Imaginación- pueden ver cosas que resultan invisibles para los demás.
Así fue como Rincewind, que corría -con el Equipaje trotando tras él- por los populosos bazares de Morpork, iluminados por bengalas al anochecer, tropezó con una figura alta y sombría, se volvió para dedicarle unas cuantas maldiciones, y se encontró frente a frente con la Muerte.
Tenía que ser la Muerte. Nadie más iría por ahí con las cuencas de los ojos vacías, claro. Y la guadaña que llevaba al hombro era otra pista. Mientras Rincewind la miraba horrorizado, una pareja de amantes, riéndose de algún chiste privado, atravesaron la aparición sin darse cuenta de nada.
La Muerte parecía sorprendida, al menos hasta donde puede parecerlo un rostro sin rasgos móviles.
- ¿Rincewind? -dijo la Muerte, en tonos tan profundos y pesados como puertas de plomo cerrándose en una cavidad subterránea.
- Hummm -respondió Rincewind, intentando apartarse de la mirada sin ojos.
- Pero ¿qué haces tú aquí?
(Bum, bum, lápidas de criptas en sólidas montanas antiguas, comidas por los gusanos...)
- Hummm... ¿por qué no iba a estar aquí? -se las arregló para responder Rincewind-. Además, estoy seguro de que tienes mucho que hacer, así que te dejo...
- Me sorprende que hayas tropezado conmigo, Rincewind, porque tengo una cita contigo esta misma noche.
- Oh, no, no...
- Pero, claro, lo jodido del asunto es que esperaba encontrarte en Psephopololis.
- ¡Pero eso está casi a ochocientos kilómetros!
- No hace falta que me lo recuerdes. Ya veo que se me ha vuelto a descuajaringar todo el sistema. Oye, mira, ¿no te importaría...?
Rincewind retrocedió, extendiendo las manos frente a él como para protegerse. En una caseta cercana, el vendedor de pescado seco contempló a aquel loco con interés.
- ¡Ni pensarlo!
- Puedo prestarte un caballo muy rápido -ofreció la Muerte.
- ¡No!
- No dolerá nada.
- ¡No!
Rincewind se dio la vuelta y echó a correr. La Muerte le miró alejarse, y se encogió de hombros con gesto de fastidio.
- Pues que te den por culo -dijo la Muerte.
Se dio la vuelta, y vio al vendedor de pescado. Con un gruñido, la Muerte extendió un dedo literalmente huesudo, y detuvo el corazón del hombre. Pero no le sirvió de consuelo.
Entonces, la Muerte recordó lo que iba a suceder aquella misma noche. No sería correcto decir que sonrió, ya que, en cualquier caso, sus rasgos estaban perpetuamente congelados en una sonrisa calcárea. Pero empezó a tararear una tonadilla, tan alegre como el entierro de un apestado, y -deteniéndose sólo para robarle la vida a una mosca de mayo, y una de sus nueve vidas a un gato que se escondía cobardemente bajo la caseta de pescado (todos los gatos ven el octarino)-, la Muerte giró sobre sus talones y echó a andar hacia el Tambor Roto.


Ya sé. Nunca hasta ahora había insertado un fragmento del texto comentado dentro de la crítica, pero la ocasión lo merecía. ¿No es genial? En solo esas líneas encontramos pistas de los que encierra este mundo discoidal. Para empezar, no es una novela para niños. O no necesariamente. Lo digo por las expresiones malsonantes (y lo digo con la boca chica. Siempre he sido un defensor de los tacos como elementos expresivos del lenguaje. No me escandalizo fácilmente… ). También observamos un recurso muy borgiano, que es el de recurrir a fuentes clásicas (el cuento de "Las mil y una noches" del caballero y la Muerte) y jugar con él. Los personajes se comportan con verosimilitud dentro del surrealismo de la escena. Y, sobre todo, vemos el incontenible sentido del humor de Terry Pratchett.
Pues esto se repite a lo largo de toda la novela. Y es que leyendo "El color de la magia" me ha ocurrido algo que hacía años que no me ocurría: me he reído leyendo un libro. He leído historias de humor que me han hecho sonreir , que me han sorprendido y que me han maravillado. Pero reir, lo que se dice reir…
Como es de rigor, tendré que referirme al famoso humor británico, pero como no sé que es eso (son tan británicas series como "Benny Hill" y "The IT Crowd"), diré que su humor es descendiente directo del de los Monty Python. Esto es tan evidente que, cuando a mediados de los noventa la compañía inglesa
Psygnosis lanzó un videojuego basado en el Mundodisco, la voz de Rincewind fue la de Eric Idle (no entiendo cómo no han contado con él para repetir papel en las versiones cinematográficas que se están rodando actualmente).
Momento recuerdos infantiles. En mi pubertad hubo una época en la que me aficioné a la literatura fantástica.. Por recomendación de un amigo leí a Tolkien y lo flipé. El verano que dediqué a la lectura de "El señor de los anillos" guarda grandes recuerdos para mí. Por supuesto, como le ocurre a todo el mundo, quise más. Me leí libros como "El lobo blanco", "Crónicas de Bergarad", "El señor del tiempo", "El ultimo dragón", etc. Me gustaba que la mayoría de estas obras fueran sagas, ya que así, en cuanto comenzaba una sabía que iba a permanecer mucho tiempo en esos mundos mágicos. Hasta que, de repente, me di cuenta de que el mundo mágico solo era uno, la tierra Media. Se podía cambiar el nombre del mundo así como el de los personajes, pero siempre era lo mismo. Un grupo formado por un protagonista débil (casi siempre niños, sería muy cantoso llamarlos hobbits), un guerrero tocho y valiente (a menudo más tocho que valiente), un mago muy sabio que se convierte en el maestro del protagonista,… Y así, sucesivamente…
Por supuesto hay un viaje, que es lo que ocupa la mayor parte de la trama, donde los protagonistas van conociendo sus aptitudesblablablablablaautoconocimientoblablablablablabladragonesblablablablasalvarsumundoblablablablamagianegrablablablablablabla… Los Buenos son muy buenos, luchan por razones justas, aunque siempre haya un traidor infiltrado entre ellos. Los Malos son perversos. Su único fin es el mal, no buscan mucho más que ser malvados y ser temidos. Además, por supuesto pertenecen a otra especie, llámese trolls, orcos, trasgos, suputamadres, (¿el mensaje es que las otras razas son perversas, que han nacido para hacer el mal y robarnos el trabajo y que el sentido de su existencia es putear a la noble raza aria?).
Bueno, no me extiendo más. Imagino que ya se ha captado el mensaje. Y si no es así, lo escribiré con letras gordas:
TODAS LAS SAGAS DE LITERATURA FANTÁSTICA NO SON MÁS QUE PUTAS COPIAS DE LO QUE ESCRIBIÓ TOLKIEN.
Que a su vez es una copias de textos anteriores, ya que mezcla parte de la mitología escandinava de los Eddas con leyendas artúricas, me dirá alguien. Y tendrá razón. El mérito de Tolkien es precisamente haber sabido mezclar tradiciones con tal astucia que parece que nos está vendiendo algo nuevo. Y no me considero un defensor a ultranza de este autor. Hoy día no me veo con ánimo suficiente como para leer de otra vez ninguna de sus obras.
Todo lo dicho anteriormente viene a colación de que Terry Pratchett coge todos los elementos típicos de este género, tales como los esterotipos antes enumerados, las situaciones épicas, el viaje iniciático, el mundo mágico donde todo es posible, etcétera. Lo mete en una batidora con una doble ración de ingenio y de mala hostia, lo bate hasta que queda una papilla finita, la tira luego por el wáter y escribe lo que le sale de los cojones. Por todo ello rindo mi admiración a sus pies y le casco un:

Puntuación: 94 sobre 100.



PS. Ya sé que en toda la crítica no he hecho otra cosa que divagar y apenas he hablado de la novela en sí. Eso es porque actualmente estoy leyendo el segundo volumen de la saga Mundodisco, que concluye las aventuras iniciadas en "El color de la magia", y mi intención es escribir entonces el comentario completo.

domingo, 5 de octubre de 2008

ALDEA 1936 - José López Rueda


Tí­tulo: Aldea 1936
Autor: José López Rueda (Madrid, España 1928)
Año de publicación: 1958
Edición: Casa de la cultura ecuatoriana - Núcleo de Azuay. Primera edición 1958 Páginas: 254. 6 capítulos
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No tiene texto en contraportada
Comenzaré esta crítica haciendo una confesión. Una confesión que igual me podría haber guardado y habría quedado como un hábil buscador en librerías de viejo capaz de localizar obras perdidas en los abismos de la literatura universal. Pero no sería cierto y mi intención es ser lo más honesto posible en este blog (y eso resulta hasta doloroso para un farsante crónico como soy). Desde hace tiempo estoy intentando recopilar el mayor número de novelas de autores ecuatorianos que pueda conseguir. Así, aunque hasta ahora sólo ha aparecido en esta página una muestra de literatura ecuatoriana, dispongo de varios ejemplares. Y eso es meritorio, lo aseguro. Incluso en Quito es muy difícil encontrar obras de autores autóctonos, mucho más en Madrid, ciudad en la que resido a día de hoy. Por ello me dedico a exprimir los catálogos de librerías y bibliotecas, buscando algo escrito en Ecuador. Hace unos meses me metí en la página web de una librería de viejo de la capital y puse Ecuador en el buscador. Me aparecieron tres novelas y, como el precio lo encontré razonable, los encargué. Cuando los recibí comprobé que uno era, efectivamente, de un autor ecuatoriano (Alfredo Pareja Díez Canseco, que leeré en breve) y otra de un autor colombiano. La última es "Aldea 1936". Por el título debería haberme imaginado su temática, pero el hecho de haber sido publicada en Cuenca me animó a leerlo.
Efectivamente, es otra novela de la Guerra Civil española, escrita por un autor español.
Vamos a dejar las cosas claras. He conocido a mucha gente que ya está hasta el forro de los cojones de tanto libro y tanta novela sobre la Guerra Civil. Comprendo el hartazgo. Actualmente podemos decir que en este país se ha convertido en un género en sí mismo. Pero no lo comparto. Aunque para mí ya se ha escrito la obra definitiva (me refiero a la trilogía "La forja de un rebelde", de Arturo Barea), no me incomoda seguir leyendo historias ambientadas en la contienda.
No sé hasta qué punto se puede identificar esta novela dentro de este pseudo-género. A pesar de que está ambientada en un período que va desde el verano de 1936 hasta el verano de 1937, cuando empieza la narración la guerra ya ha comenzado. La historia se sitúa en un pueblecito anónimo de Soria, a orillas del río Jalón. Desde el golpe de estado del 18 de julio toda la zona se unió al bando rebelde, de tal manera que el frente nunca pasó por sus tierras. Sabemos que en algún lugar se están pegando tiros porque vemos pasar a los soldados que van a la vanguardia. Por eso y por los represaliados, claro. Es un pueblo típico de la meseta castellana, con su alcalde/cacique, su alguacil, su cura así-como-simpático-pero-en-realidad-cabrón, su enterrador, sus tonticos, su maestro y su cuartelillo de la Guardia Civil. Un pueblo donde los campesinos, que ni siquiera trabajan sus propias tierras, son conservadores por costumbre. Donde los hombres tienen que proteger su honor y la honra de las mujeres a su cargo.
La Guerra estalló encerrando en el bando nacional a Elisa y a sus tres hijos quienes, pese a vivir en el Madrid ahora sitiado (donde se encuentra el marido), estaban de veraneo en la casa de su hermana Petra, en el pueblo. La historia que se cuenta en la novela es la de la difícil convivencia entre las dos hermanas, las aventuras de unos niños durante unas vacaciones que no parecen tener fin, la de una mujer cuyos férreos valores la empujan a la negra locura cuando chocan con la realidad, la de una aldea que quiere sobrevivir con los ojos cerrados.
Es una obra típica del realismo costumbrista que se utilizaba en España durante la primera mitad del siglo pasado. Y se nota. Desde la gramática hasta el vocabulario tiene un regusto arcaico cuando lo leemos ahora. Muchas veces da la impresión de que el hecho de que esté ambientado en los años de guerra es mero accesorio estilístico para dar más fuerza a algunos pasajes. Esa quizás ha sido la parte que más me a agradado, que el autor no haya abusado del tema.
Precisamente por el intento de José López Rueda de ser lo más fiel posible en la creación de los personajes, en general podemos decir que le han quedado un tanto insípidos. Salvando quizás a Petra por los excesos propios de su sinrazón, el resto no dejan de ser estereotipos. Cada uno cumple con el rol que le ha correspondido. Así, a Elisa le toca sufrir pacientemente las injusticias de los que le rodean sin un marido al que ampararse, don Fermín es un cabrón con pintas acostumbrado a ordenar y ser obedecido. Y así sucesivamente. Da la impresión de que el autor pretende denunciar ciertos hechos asumidos como costumbre, pero por su afán realista no se anima a ir un poco más allá.
Que no se me entienda mal con esta crítica. No es en absoluto una mala novela. La lectura es ágil y la ambientación está muy cuidada. Además es muy recomendable para todo aquel que esté interesado en la Guerra Civil española porque cubre un espacio que no ha sido demasiado explotado en otras narraciones, el de los pueblos por los que no pasa la guerra aunque vivan en ella.
Pero n nos engañemos. Así como otras obras como "¿Por quién doblan las campanas?" o la ya mencionada trilogía de Barea siguen siendo hoy día tan vibrantes como en el momento de su publicación, "Aldea 1936" ha envejecido mal.
Por lo menos no ha sido tan injustamente sobrevalorado como "Soldados de Salamina".
Puntuación: 64 sobre 100.

domingo, 28 de septiembre de 2008

LA VOZ DE LOS MUERTOS - Orson Scott Card


Tí­tulo: La voz de los muertos
Autor: Orson Scott Card (Richland, Washington, USA 1951)
Año de publicación: 1986
Tí­tulo original: Speaker for the dead
Edición: Ediciones B, colección Byblos Ciencia Ficción. 1ª edición, octubre 2004
Traducción: Rafael Marín Trechera
Páginas: 527. Algunos habitantes de la colonia Lusitania + Notas sobre pronunciación + Prólogo + 18 capítulos
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Después del genocidio de los insectores, Ender Wiggin desapareció y en su lugar surgió una voz poderosa: la nueva religión de los Portavoces de los Muertos, que sirven como sacerdotes a quienes no creen en ningún Dios y, sin embargo, creen en los valores de los seres humanos. Han pasado tres mil años desde los hechos de El juego de Ender, pero los efectos del viaje relativista permiten la presencia de un joven Ender de treinta y cinco años, elemento central en el segundo contacto de los seres humanos con otra raza galáctica. Esta especie, al igual que los insertores, resulta completamente extraña y, en sus primeros acercamientos a los seres humanos, han causado muertos incomprensibles.
Sólo Ender, el xenocida, tendrá la valentía de afrontar la verdad.
Bueno, pues al fin lo encontré. Después de recorrer bibliotecas, librerías y páginas de internet, justo cuando dejé de buscarlo llegó a mis manos la segunda parte de "El juego de Ender". Uno pensaría que debería ser fácil localizar los volúmenes que componen esta saga, más ahora que se está rodando (o se va a empezar a rodar) la versión cinematográfica de la primera parte, pero no es sí. Podemos suponer que esto ocurre porque en realidad "La voz de los muertos" no es la segunda parte de "El juego de Ender". Es una novela de ciencia ficción protagonizada por un hombre llamado Ender. De tal manera que, si el libro anterior no existiera o el protagonista de este en lugar de llamarse Ender se llamara Jordi LP, la historia se entendería igual. Igual de bien o igual de mal. De eso hablaremos más adelante. Si bien es cierto que el protagonista tiene un pasado y que a menudo evoca acontecimientos narrados en "El juego de Ender", no es imprescindible conocerlos para seguir leyendo. Todo lo que necesitas se encuentra entre la portada y la contraportada de esta novela. Vayamos a la historia. Han pasado más de tres mil años desde el final de la historia anterior. Ender ha vagado entre los planetas y los eones buscando un lugar apto para deshacer su infamia (una vez más soy deliberadamente críptico para no desvelar detalles importantes de la trama). Durante ese tiempo el ser humano se ha ido expandiendo por el universo. En un planeta habitable se establece la colonia Lusitania, remedo del Brasil actual, una colonia minera fuertemente influida por la iglesia católica. Pronto descubren los lusitanos que en los bosques que rodean su pequeño asentamiento habita una raza de seres inteligentes autóctonos, los cerdis, la tercera encontrada en todo el universo después de los insectores y los seres humanos. Son unas criaturas de hábitos extraños y cultura primitiva. Los lusitanos deciden entonces que lo mejor es vivir de espaldas a ellos (vale, tampoco es que lo decidan ellos sino que se lo imponen), aprendiendo de ellos pero enseñándoles lo mínimo. No es casualidad el tipo de colonia que se establece. Con ello el autor hace un paralelismo con la política del gobierno brasileño cuando se contacta con una tribu desconocida de la Amazonía, que consiste en estudiar sus costumbres pero sin contaminarlos culturalmente. Volvamos al tema. Aparece la figura del zenador (antropólogo), que se acerca a los cerdis para conocerles, pero que está atado de pies y manos por una ley que le obliga incluso a evitar ciertas preguntas. Pero los cerdis no son tan fáciles de comprender. Con el universo entero pendiente de lo que ocurre en Lusitania, Ender comprende que ese es el sitio que ha estado buscando en los últimos treinta siglos, y hacia allí se dirige. A grandes rasgos así es como comienza "La voz de los muertos", ofreciendo aún mucho más. La verdad es que su lectura me fue especialmente grata por la razón que he apuntado antes. No es una continuación. Orson Scott Card no se limita a estirar la historia de "El juego de Ender" ni a utilizar ese artificio tan tramposo que consiste en recortar los personajes de una historia anterior que funciona para pegarlos en otra situación extrema, a ver qué es lo que ocurre. Aquí ni siquiera los personajes son los mismos. A parte del propio Ender sólo repite, aunque de forma más testimonial que otra cosa, su hermana Valentine. Pero es que este Andrew no tiene nada que ver con aquel crío especialmente dotado para la guerra al que, a fuerza de machacarle, el ejército de la Tierra consigue construir a su general. Si acaso es descendiente directo del Ender del final de la novela anterior, un Ender atormentado por sus actos, profundamente humano. Ahora es un hombre cuyo fin en la vida es lavar su culpa. Para rematar por fin las comparaciones entre "El juego de Ender" y "La voz de los muertos", me referiré a las criaturas extra humanas de ambos libros. Mientras que los insectores de la primera novela planean durante toda ella como una sombra amenazante pero no llegaremos a conocerlos hasta las últimas páginas, los cerdis aparecen desde el principio. Y se agradece. Son personajes amables de tan grotescos como son. De hecho sucede que se les hecha de menos cuando pasan las páginas y los cerdis no aparecen. Me abstengo e hablar más de ellos porque la trama de la novela es su extraña naturaleza. El resto de personajes pueden ser más atractivos o más odiosos, de todo hay. El de Novinha es interesante, aunque su relación con el Portavoz no está bien construida. Como en las malas películas salta del odio al amor con sólo volver una página. Los hijos de esta tienen caracteres muy distintos aunque precisamente por ser tantos algunos solo quedan esbozados (como Grego, el pequeño caníbal). Curiosamente uno de los personajes más trabajados es el de Marcâo, que no aparece en el desarrollo de la historia, sólo vemos cómo hablan de él los demás. Y, por supuesto, Jane es gilipollas. Cualquiera que haya podido leer sus agudos comentarios convendrá conmigo. Antes dije que la novela se podría entender mejor o peor. Con ello no pretendo insinuar que el la historia se compleja u oscura. Me refiero más bien con ello al final de la novela. No sólo no es tan sorprendente como el de la anterior (esta sí es la última comparación, lo juro) sino que te deja más confundido. A lo mejor porque uno espera precisamente que en las últimas páginas se le de la vuelta a todo lo contado anteriormente y eso no ocurre. Pero por otro lado eso la hace más diferente, si cabe. A pesar de algunos errores en la construcción de ciertos personajes, la mera existencia de esta novela es un acierto. Orson Scott Card es un autor de género con recursos. Con lo fácil que hubiera resultado escribir una continuación al uso de su anterior éxito, se la juega. Espero que el resto de la saga sea igual.
Puntuación: 90 sobre 100

domingo, 21 de septiembre de 2008

LAS UVAS DE LA IRA - John Steinbeck


Tí­tulo: Las uvas de la ira
Autor: John Earnest Steinbeck (Salinas, California, USA 1902)
Año de publicación: 1939
Título original: The grapes of wrath
Edición: Alianza editorial. 4ª reimpresión, 2005
Traducción: María Coy Girón
Páginas: 654. 30 capítulos






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Premio Nobel de Literatura en 1962, JOHN STEINBECK (1902-1968) fue testigo directo de la Depresión económica que, originada por el crack bursátil de 1929, azotó durante la decada de los años treinta a los Estados Unidos. Publicada en 1939 y objeto de varias versiones cinematográficas -entre ellas un memorable film de John Ford-, LAS UVAS DE LA IRA relata en una narración que alcanza por momentos cotas épicas la emigración que, desde una inhabitable Oklahoma, lleva a cabo la familia Joad junto a miles de personas más hacia la tierra de promisión que parece California. A lo largo del camino, sin embargo, este ejército de desposeídos comprobará la frágil consistencia de un "sueño americano" que progresiva e inevitablemente acabará desvneciéndose.


Ahora, que vivimos en un permanente estado de crisis, cuando los precios suben y los trabajos se acaban, cuando el sueño americano está muerto hasta para los americanos, no digamos para los que vivimos a su sombra, ahora es bueno recuperar "Las uvas de la ira". Es bueno porque nos muestra cómo somos, cómo reaccionamos cuando todo se cae y por qué no merecemos ningún tipo de salvación.
La novela nos sitúa en los estados Unidos durante los años treinta, en la época de la Gran Depresión. Los bancos habían jugado con fuego durante años, empujando al sistema capitalista hasta el borde del colapso. Pero ellos no podían perder, ellos nunca pierden, así que para recuperarse arrebataron sus tierras a los que sólo tenían eso. Miles de familias campesinas de los estados de Oklahoma, Arkansas, Texas, etc., se encontraron en las calles, sin siquiera un pedazo de terreno donde reventar. Como de esta situación también se puede sacar provecho, los ricos terratenientes de los campos de California los llamaron, les prometieron trabajo y prosperidad, un futuro de almíbar para aquellos que no esperaban ya ningún futuro. Comenzó la migración masiva hacia el oeste.
Durante las páginas de esta novela acompañamos a la familia Joad en su peregrinación en busca de una vida mejor. O si no mejor al menos igual a la que tenían antes e que al banco le entrara hambre de tierras. Salimos con ellos de un estado desolado, el de Oklahoma, en el que ya no hay sitio para granjeros, donde estos han ido sustituidos por los tractores, que arrasan las casas, profanan los cementerios, se alimentan con la sangre y los sueños de los campesinos. Nos unimos a la gran caravana de los desposeídos que atraviesan como pueden el país a través de la Ruta 66 hasta llegar a California, la tierra mágica, donde no hay pobreza ni necesidad, donde si tienes hambre sólo tienes que estirar un brazo y coger una naranja o un racimo de uvas.
Pero no todo es como debería ser en el maravilloso mundo de Oz.
Allí no hay dignidad para los okies. Hay esclavitud. No como la de los siglos pasados, pero esclavitud. No hay amos que te corten los pies por los tobillos pero te den casa y comida. Hay amos que te ofrecen migajas por un trabajo atroz. Si te gusta, bien. Si no, otros lo aceptarán. Y cuidado con lo que dices, que aquí no queremos rojos de mierda. Hay rechazo por parte de los vecinos. Saben que necesitan la mano de obra barata que proporcionan los forasteros pero no los quieren cerca de ellos. Son sucios, pobres, no tienen educación, viven como animales. ¿Les suena esto de algo? Sesenta y nueve años han pasado desde que se publicó esta novela y las cosas no han cambiado mucho.
Steinbeck se muestra muy audaz escribiendo esta novela. Cuando se publicó los hechos que narra no estaban en el pasado sino en el doloroso presente. Veinte años habían pasado desde la Revolución Soviética y las condiciones de la Gran Depresión post-Crack le hicieron pensar al autor que la caída del sistema capitalista era inminente. En diversos momentos de la novela aparece la idea de que sólo era necesaria una chispa más para que los que no tenían nada se dieran cuenta de que se podían tener los unos a los otros, empezaran a organizarse e incendiaran el sistema hasta los cimientos. Esto finalmente no ocurrió, como todos sabemos. Casi en el mismo momento en el que se publicaba "Las uvas de la ira" Hitler decidió invadir Polonia resucitó al capitalismo gracias a la economía de guerra. No hay nada como el enemigo común.
Hay que tener en cuenta que el período en el que se publicó esta novela es anterior a la Guerra Fría. Entonces el comunismo era una doctrina muy rechazada por la mayor parte de la sociedad estadounidense, pero aún no era el Coco en el que se convertiría después. Lo digo porque a medida que la estaba leyendo más me extrañaba que Steinbeck hubiera encontrado editor (aún así le costó y mucho). Seguro que en los tiempos del senador McCarthy habría acabado entre las llamas.
El personaje principal de esta novela es la Familia, encarnada por la Madre. Ella se encarga de mantener unidos a los suyos por encima de todas las dificultades que se puedan presentar. Es la más fuerte, la más resolutiva. En ningún momento pierde la dignidad ni permite que la pierda nadie. También son personajes fundamentales el protagonista, Tom, hijo mayor recién salido de prisión. Él es el apoyo de la Madre. Llega donde ella no puede llegar. Y, por supuesto, el del Predicador, aunque su participación sea menor. Su transformación es la transformación de una sociedad (la transformación que esperaba Steinbeck), de la hipocresía y el puritanismo a la conciencia social y la búsqueda de la justicia. El resto de los personajes de la novela, acaso exceptuando a Rosasharn (la gran víctima, redimida en la última escena) se difuminan al lado de los protagonistas. Cada uno tiene su historia, sí, pero esta funciona en relación a al Familia.
La estructura es lineal, en tiempo y espacio, aunque se alternan los capítulos dedicados a contar la historia de la familia Joad, más largos, con esos otros que se ajustan entre ellos y dan forma al marco en el que se sitúa la narración. Son frescos de las vidas de los actores que participaron en una época infausta en la memoria de la humanidad. Desde los desvergonzados vendedores de vehículos usados hasta las comunidades de desarrapados que intentan sobrevivir al margen de la sociedad. Estos capítulos extras pueden llegar a poner los pelos de punta.

En definitiva, una novela imprescindible para hoy y para siempre.

Puntuación: 96 sobre 100.
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