sábado, 15 de noviembre de 2008

LAS PEQUEÑAS ESTATURAS - Alfredo Pareja Diezcanseco


Tí­tulo: Las pequeñas estaturas
Autor: Alfredo Pareja Diezcanseco
(Guayaquil, Ecuador 1908)
Año de publicación: 1970
Edición: Cimas de América, Revista de Occidente Primera edición 1970

Páginas: 241, 12 capítulos







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No tiene texto en contraportada.

Lo primero de todo, antes de entrar en faena, como el libro que hoy nos ocupa no tiene texto en contraportada (a diferencia de la novela anterior, que tenía todo el texto del mundo), es de rigor comenzar haciendo un pequeño resumen.
Esta es una fábula que tiene lugar en un país subdesarrollado anónimo. Aunque el autor es ecuatoriano y por lógica el lector ubique la acción en el país andino hay muy pocas señas que permitan identificarlo. Bien podría tratarse de la España de los primeros años setenta. Hay un pueblo y una casa donde viven tres mujeres solas, Anáfora, viuda de un fantasma, Redama, la hija de Anáfora y protagonista de la novela, y Edúrea, prima de la segunda, mujer cruda de carácter y reaccionaria de convicciones (hoy día seguramente sería presidenta de algún tipo de asociación de padres).
Al pueblo sin nombre llega Ribaldo, un joven comprometido con la causa campesina que pertenece a un grupo de lucha armada, los sodalios (lo pongo en minúscula porque en ningún momento de la novela se dice que sea este el nombre del grupo, sólo se llama así a sus componentes). Llega Ribaldo con la orden de perpetrar un atentado, pero también porque está enamorado de Redama. Sin embargo por alguna extraña razón tanto él como sus camaradas encogen de tamaño en el momento en el que van a atacar.
Bien, con esta idea como punto de partida, podemos pasar a analizar la obra.
Alfredo Pareja Diezcanseco es toda una personalidad en las letras ecuatorianas. Cuando se habla de los grandes autores de novela del siglo XX en Ecuador siempre, junto al de Jorge Icaza o Joaquín Gallegos Lara, aparecerá su nombre. Es además un autor todoterreno, que ha publicado, además de novela, numerosos artículos y poemas. De entre todas las novelas que publicó a lo largo de su vida, Alfredo Pareja Diezcanseco señaló "Las pequeñas estaturas" como la más perfecta.
Comento todo esto para que entiendan lo difícil que me resultaría admitir que esta novela no me ha gustado. Y la verdad es precisamente esa, que no me ha gustado en absoluto. Esta es una angustia semejante a aquella que sientes cuando eres joven y te lees el "Ulises", de Joyce. Hace poco tiempo que has descubierto el placer de la lectura de los clásicos universales. Te has leído "Cien años de soledad", "Los miserables", "Madame Bovary", "La montaña mágica", "Crimen y castigo", "La insoportable levedad del ser", etc. Y has disfrutado horrores. Como en todas las listas de grandes novelas de todos los tiempos siempre hay alguna lumbrera que me te el "Ulises", pues vas y te lo lees. O lo intentas, al menos. Vas pasando las páginas y no entiendes nada. ¿Cómo puede ser? Te consideras una persona inteligente y, que coño, estos últimos meses has desarrollado un gusto refinado por la lectura. ¿Cómo puede no gustarte el gran Joyce? Sigues leyendo, obligándote a disfrutar con lo que lees. No puedes, sigues sin entender nada. Ah, afortunadamente el libro que estás leyendo es una edición comentada y al final hay una especie de resumen con la explicación de cada uno de los capítulos. Aunque tienes reservas, decides hacer trampas. Sólo as a leerte un poco del resumen del primer capítulo. Un poco sólo, nada más que para situarte. Bueno, quizás leas algo del segundo capítulo también, lo necesario para entender de qué va la historia. Un momento... Aquí algo debe de estar mal... Esto no tiene nada que ver con lo que has leído hasta ahora... Por fin te das cuenta. Alguien te está tomando el pelo. Y arrojas la novela al montón llamado "Libros que no me he podido terminar y que jamás intentaré leer de nuevo pues preferiría sin dudar arrancarme los ojos con unos alicates al rojo vivo antes de volver a posar mi vista en una sola de sus páginas".
Aunque el ejemplo es un poco extremo sí se puede equiparar de alguna manera con lo que ha supuesto para mí la lectura de "Las pequeñas estaturas" (quede constancia que en este caso sí pude acabar de leerme la novela). Llevo todo el tiempo que he invertido en leerme este libro intentando auto-convencerme de que las virtudes que lo visten son muchas y preciosas, demasiado quizás para que mi pobre intelecto pueda deleitarse con ellas. Admitir lo contrario sería admitir mi nulidad para reconocer las obras maestras ni aunque las tenga delante de mis narices. Pero no nos engañemos. En realidad el emperador está desnudo.
¿Por qué? Porque la trama es innecesariamente oscura. El lenguaje es relamido, casi tanto como los personajes. No hay ninguno que caiga simpático. Ninguno. Dan ganas de coger a la pareja protagonista y meterla debajo de una prensa hidráulica para que encojan de verdad. De la historia sólo podemos decir que el propio autor no deja claro qué es lo que quería hacer. ¿Intentaba hablar sobre los grupos revolucionarios que, siguiendo la estela de lo ocurrido en Cuba, pretendían acabar con las desigualdades de Latinoamérica a bombazo limpio? De acuerdo, pero ¿la mejor forma de hacerlo es contando una fábula en la que nada tiene sentido? Me quedo con "Historia de Mayta" sin dudar. ¿Quiso el autor hacer un ejercicio con el llamado "realismo mágico", de moda en el momento de la publicación de la novela? Si es así Diezcanseco apenas conoce a García Márquez de oídas. Personalmente me da la impresión de que el autor hace avanzar la trama a empujones, según se le van ocurriendo las ideas. Cuando ya la novela lleva muchas páginas y estamos más o menos situados, se presenta un nuevo personaje de tapadillo, la bruja Fascinata, que de secundaria pasa a ser la encarnación de todos los males para el gobierno del país. Y por más que te estrujes las neuronas no eres capaz de entender qué simboliza. Pues lo mismo pasa con el general, con los transformadores, con las fuerzas vivas, etc. Es como sí, a medida que Alfredo Pareja Diezcanseco escribía su obra se sentía obligado a meter, aunque fuera con calzador, las primeras planas de los periódicos de cada día. Una buena manera de hacer que una novela envejezca rápidamente.
La estructura es confusa. A ratos está escrita en primera persona y es Redama la que habla, luego está en tercera persona, luego otra vez en primera y es Ribaldo el que habla, o es un diálogo donde las intervenciones de los personajes están separadas como si fuera el libreto de una obra de teatro,... Mientras que recursos semejantes quedan perfectamente implementados en otras obras (un ejemplo de esto sería "Entre Marx y una mujer desnuda", donde Jorge Enrique Adoum da una lección de composición), en la que nos ocupa no se deja de respirar un amargo tufillo intelectualoide.
En fin, no quiero ser tan duro porque "Las pequeñas estaturas" no es una obra infame. Es sólo que me ha decepcionado mucho. Yo me considero un firme defensor de la literatura ecuatoriana, esa gran olvidada en el fenómeno del "boom" de la novela hispanoamericana. Por eso me da rabia el tiempo que me ha hecho perder. Con todo el dolor de mi corazón, me veo obligado a suspenderla.


Puntuación: 42 sobre 100.

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