miércoles, 3 de diciembre de 2008

HELENA O EL MAR DEL VERANO - Julián Ayesta



Tí­tulo: Helena o el mar del verano
Autor: Julián Ayesta (Gijón, España 1918)
Año de publicación: 1952
Edición: Editorial Acantilado, quinta reimpresión, noviembre 2007

Páginas: 87, tres partes, siete capítulos







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Cuando apareció en 1952, Helena o el mar del verano fue considerada por un pequeño grupo de entusiastas lectores una de las obras más extraordinarias de la narrativa española de posguerra. A través de los años permanece intacto el poder de sugestión y el lirismo de la escritura de Ayesta.
"Uno de los diez libros más importantes de la narrativa española del siglo XX." MARÍA JOSÉ OBIOL, El País
"Las anteojeras de una crítica miope han convertido en tópico la falta de vuelo de la narrativa española de los años cincuenta. [...] Helena o el mar del verano demuestra que la imaginación y sutileza de la palabra ya circulaban..." Abc
"Afirmo sin ningún ánimo de asombrar a nadie que es uno de los libros más hermosos de la literatura española de posguerra." GREGORIO MORÁN, La Vanguardia



Después de la noche siempre llega el día, o al menos así ha ocurrido hasta ahora. Después de la racha de títulos flojos que he venido comentando en el último mes, hoy tengo el inmenso placer de hablar de "Helena o el mar del verano", la única novela publicada por Julián Ayesta. Y ya que estamos haciendo odiosas comparaciones señalaré el contraste con la última novela de la que hablé, en la que quinientas páginas no decían nada cuando aquí, donde no se cuentan ni noventa, nos podemos sumergir en un mundo inmenso. Y es tan inmenso este mundo porque no se ciñe a los límites de papel de las páginas, sino que enlaza con el nuestro propio. Mi infancia tuvo lugar más de treinta años después de la publicación de esta novela y casi quinientos kilómetros más al sur del escenario de la misma, pero a medida que la iba leyendo más me iba reconociendo en ella. De alguna manera, yo he vivido así, he pensado así, he sentido así (espectaculares los auto-debates teológicos del capítulo titulado "La alegría de Dios").
En la novela el que habla es un niño entrando en la adolescencia. Habla de su vida, de sus veranos en las playas de Gijón, de su relación con los mayores, del sentimiento religioso y las primeras dudas sobre este, y de Helena. Helena es aquella chica que te transforma sin ella pretenderlo, la que hace que dejes de ver a las niñas como unas tontas y unas malas compañeras de juegos y las convierte en unos seres mágicos, incomprensibles e inalcanzables. La que te convierte en hombre pero no por madurez real sino para impresionar. La que te enseña el mundo que conoces desde siempre pero visto desde sus ojos.
Y todo eso en un libro que te puedes leer en poco más de una hora. La explicación la he dado antes. Esta novela no se puede leer sin apelar a los recuerdos personales. Eso hace que, a pesar de los más de cincuenta años transcurridos desde su publicación no haya envejecido ni un ápice.
Muchas veces, en comentarios de otras novelas, he argumentado su nota hablando de lo bien o lo mal que ha envejecido (sobre todo en los libros que se han escrito hace más de treinta años, evidentemente). Yo creo que para poder decir de un libro que se mantiene perfectamente vigente al día de hoy podemos tomar en consideración dos factores. Uno es que la obra hable de un lugar en concreto y de un momento histórico concreto, con lo que el pasar de los años le va dando un carácter de documental. El otro es que el autor se dirija al lector de tú a tú, que se infiltre en sus vísceras mostrándole que, en el fondo, sus problemas, sus grandes problemas, son los que han sido siempre en toda la historia de la humanidad.
Indudablemente, "Helena o el mar del verano" pertenece a este segundo grupo.
Mi encuentro con esta novela fue todo un descubrimiento, propiciado por un amigo que sabe lo que lee, pues nunca había oído hablar antes ni de la novela ni del autor. Tal y como aparece en la contraportada, cuando se habla de esta novela es obligatorio hablar del páramo en el que, según gran parte de la crítica, se había convertido la narrativa española durante la posguerra. Yo no seré menos.
Desde que estaba en el colegio siempre me habían enseñado que la Guerra Civil acabó con una brillante edad de plata en las letras españolas para dar paso a una época oscura donde sólo se publicaban novelas de autores adscritos al régimen que se dedicaban a loar las proezas de la Cruzada. Novelas muy discretas de entre las que destacan un puñado escaso (si no menos, ahora mismo sólo recuerdo "Nada", de Carmen Laforet y "La familia de Pascual Duarte", de Cela). Esta situación duró hasta que Luis Martín Santos dio un vuelco completo a la situación al publicar, en 1962, "Tiempo de silencio". Pero entremedias, sólo el vacío.
Y ahora, después de leer "Helena o el mar del verano", no puedo hacer otra cosa más que pensar en todas esas joyas ocultas que quedarán sepultadas por el olvido de la crítica profesional.
Como casi siempre, hablaremos ahora de la estructura de la novela. Está escrita en primera persona, con el lenguaje que emplearía un niño en plena pubertad. Esa falta de cuidado por la retórica y la forma de utilizar la gramática puede ser un tanto chocante en un primer vistazo (puede irritar el abuso del polisíndeton, pero es algo que no será ajeno a cualquiera que haya leído a Hemingway). Sin embargo puedo asegurar que pasadas las primeras páginas estamos tan inmersos en la lectura y en la evocación de los recuerdos que el lenguaje no sólo no molesta sino que se descubre como el más adecuado.
En definitiva, es esta una novela muy recomendable, que tiene tantas lecturas como lectores por su multidimensionalidad, y que pide, como poco, otra relectura.


Puntuación: 96 sobre 100

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