sábado, 26 de julio de 2008

LAS BALADAS DEL AJO - Mo Yan


Título: Las baladas del ajo
Autor: Mo Yan 莫言 (Gaomi, Shandong, China 1955)
Año de publicación: 1989
Tí­tulo original: T´ien-t ang suan t´ai chich ko (天堂蒜薹之歌)
Edición: Kailas Editorial. Primera edición, abril 2008
Traducción: Carlos Ossés
Páginas: 489. Guía de personajes y de pronunciación + 20 capítulos










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El autor chino más elogiado por la crítica y los lectores, tanto en su país como fuera de él, narra la belleza y la brutalidad de una revolución campesina al ritmo de las baladas del rapsoda ciego Zhang Kou.
El gobierno comunista ha animado a los granjeros a plantar grandes campos de ajo. Éstos recorren enormes distancias con su cosecha, pagan elevados impuestos y, al final, descubren que es imposible venderlo porque los almacenes están repletos. Los campesinos se sublevan y la represión es brutal pero, incluso encarcelados en condiciones terribles, aún florecen entre ellos el amor y la lealtad.
Mo Yan ha escrito una novela épica, en la que la belleza está descrita con lirismo y la brutalidad con un realismo estremecedor. Una tragedia oriental que nos introduce en una China recóndita y contemporánea, que aún continúa siendo una desconocida.


Hace más de tres meses que empecé a leer esta novela, y no la terminé hasta esta misma semana. Comencé con ganas, pues ya había leído antes tanto "Sorgo rojo" como "Grandes pechos, amplias caderas" y con ambas lecturas disfruté horrores. Esta vez, sin embargo, ha sido distinto. No es que "Las baladas del ajo" sea un mal libro, ni mucho menos (basta con mirar la nota al final de la crítica para comprobar que no es esa mi impresión), sino que, sencillamente, es distinto. A pesar de que, a día de hoy, es la última novela de Mo Yan publicada en España, es una de las primeras que escribió el autor. Por un lado quizás sea menos audaz narrativamente en las escenas que componen la historia, en el sentido de que no emplea tanto la magia ni la exageración como en sus otras obras (aunque hay escenas maravillosas de tan oníricas, como cuando conducen a los reos al juicio público y el gallo se pone a escarbar en el talón herido de Gao Yang hasta arrancarle un tendón y comérselo). Pero hay otro tipo de audacia que sí aparece en cada una de las páginas. Es ese valor que le hace al autor denunciar la corrupción en las clases dirigentes rurales y criticar las decisiones de políticos locales y nacionales, los cuales, con mejores o peores intenciones, siempre perjudican a los mismos, a aquellos a los que deberían proteger. Recordemos que esta novela se publicó en el año 1989, el mismo año de la primavera de Tian'anmen. No quiero transmitir la idea de que esta novela forma parte de lo que en tiempos se conocía como realismo social. Aquí los campesinos no son personajes idílicos, nobles y solidarios, con una fuerte conciencia de clase, que se enfrentan juntos a las injusticias de los terratenientes. No es así como funciona. Aquí son hombres sencillos, con sus pequeñas y no tan pequeñas mezquindades, que luchan por sobrevivir pero tambier por tener más, por ser más que el vecino. Humanos, muy humanos.
Si nos ponemos a buscar héroes entre los personajes fácilmente veremos a Gao Ma, el instigador de la revuelta y el que resistió como un jabato los "interrogatorios" de la policía. Pero sus intenciones no eran políticas ni trataba de combatir contra las arbitrariedades de los poderosos. En realidad su lucha es exclusivamente por amor. Por ese amor insano y siempre desgraciado, según Mo Yan.
Hay otro, sin embargo, al que sí se le puede considerar un héroe total. Me refiero, por supuesto, a Zhang Kou, el poeta ciego, autor de las baladas del ajo. Él, que nada gana y tiene mucho que perder con la revuelta campesina. Ejerce de conciencia del pueblo, haciendo de altavoz de las injusticias que padecen y de fiscal de las autoridades del lugar. De hecho, aunque aparece muy poco en la novela (físicamente aparece en el epílogo y poco más), cada uno de los capítulos se abre con una estrofa de sus poemas. Y son poemas ácidos, punzantes, sumamente atrevidos. Zhang Kou no se somete, no se calla, ni siquiera después de las torturas.
Ahora que estamos hablando de los personajes dejaré constancia de algo que he comprobado y que resulta muy complicado de conseguir. Se trata del hecho de que se pueda empatizar con cada uno de los personajes que aparecen, por viles que sean. Quizás esto se deba precisamente a la humanidad que cada uno de ellos desprende. Por lo menos esa es mi impresión.
La novela está escrita en tercera persona y no respeta la linealidad temporal. Bueno, sí y no. De hecho hay dos líneas temporales que se alternan. En una se cuentan los hechos anteriores a la revuelta, y en la otra las consecuencias (por no decir represalias). Aun así de vez en cuando la narración se rompe para hablar de situaciones anteriores que tienen relevancia con lo que se cuenta en el momento. En cualquier caso no es fácil perderse. Está todo donde debe estar.
Respecto a la traducción, pues... Qué puedo decir. No es la mejor. Por supuesto ignoro el lenguaje que emplea el autor en el original mandarín pero, habiendo leído antes las obras que mencioné, no tengo la impresión de que sea tan farragoso como el que se utiliza en la traducción castellana de "Las baladas del ajo". Al principio choca y cansa pero luego, según te vas ensimismando con la lectura, la traducción pasa desapercibida. Aún así siempre he pensado que, de no ser que lo pida la historia (que no es el caso), es preferible decir las cosas con sencillez. Sencillez, que no simpleza. No me parece mal emplear metáforas o construcciones pintorescas, pero salpicar el texto de palabros desfasados o extravagantes sólo para embellecerlo, sin tener en cuenta nada más, me parece un error.
Después de comentar todo esto sólo me queda recomendar encarecidamente la lectura de esta obra o de cualquier otra de Mo Yan. Siempre merece la pena.
Puntuación: 92 sobre 100.









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