domingo, 17 de enero de 2010

PROBABLEMENTE DIOS NO EXISTE - Gabriel García Voltà & Joan Carles Marset




Título: Probablemente dios no existe
Autor: Gabriel García Voltá & Joan Carles Marset
Año de publicación: 2009
Edición: Editorial Planeta, colección Bronce, primera edición, noviembre 2009
Páginas: 305; prólogo + introducción + 6 partes + notas + bibliografía + índice onomástico


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¿Qué se esconde detrás de la exitosa campaña de autobuses con el lema “PROBABLEMENTE DIOS NO EXISTE. DEJA DE PREOCUPARTE Y DIFRUTA LA VIDA”?
Los ateos del siglo XXI han adoptado como modelo de vida un humanismo materialista inspirado en el conocimiento científico. En esta nueva era de religiones Light y de gurús de dudosa procedencia, el ateo es un ciudadano normal que paga sus impuestos y vive con coherencia según la idea de que Dios no existe y que ello no es motivo de infelicidad sino sencillamente un criterio de sensatez.
Gabriel García Voltà y Joan Carles Marset se sumergen en la filosofía y en la historia del pensamiento ateo para extraer sus fundamentos y presentárselos al lector. Pero no caen en la trampa fácil de hacer un anticlericalismo de barricada. En el libro encontrarás ideas, argumentos, razones y afán clarificador, pero en ocasiones también una crítica mordaz a determinadas afirmaciones que contradicen las evidencias lógicas más elementales
Si crees que no hay vida detrás de la muerte y que nuestras acciones no están investidas de cualidades mágicas, bienvenido al club de los ateos… ¡Y disfruta de la vida!


Hoy voy a hablar de un libro que, desde el mismo momento en el que me enteré de que había sido publicado supe que lo tenía que comprar. Y que lo tenía que leer. Y que lo tendría que comentar aquí. Esto último es sin duda lo más complicado, pues la naturaleza misma de esta obra dificulta su crítica.
“Probablemente dios no existe (deja de preocuparte y disfruta la vida)” es un libro escrito al alimón por Gabriel García Voltà y Joan Carles Marset. Estos dos señores no son filósofos ni tampoco teólogos (que podrían haberlo sido). Uno de ellos es teólogo y el otro historiador. Y sin embargo me parecen los más cualificados para hablar sobre este tema por una sola razón: ambos son ateos. Ateos, con todas las letras, ni escépticos ni agnósticos. Son ateos y eso ya conlleva ciertas responsabilidades para con uno mismo.
Ser ateo no es fácil. No consiste sencillamente en dudar de la existencia de una entidad metafísica y sobrenatural. Es más que eso. Se trata de vencer, mediante el razonamiento, todas las barreras que nuestra cultura impone a nuestra mente desde que somos niños. Partiendo de la base de que las creencias religiosas son irracionales, nuestra sociedad nos las inculca férreamente, llegando al punto de que lo que se considere irracional sea plantearse dudas. Por eso es tan difícil salir del rebaño. Por eso los ateos (los verdaderamente ateos, no esos que dicen: “Yo no me creo lo que cuentan los curas, pero algo tiene que haber”) hemos tenido que liberarnos de esas cadenas utilizando nuestra propia razón (quizás recibiendo un poco de ayuda exterior, de un familiar o de un libro, pero para que calen las ideas uno tiene que empezar liberándose por sí mismo). Entonces el ateo es alguien que ha llegado a sus conclusiones, conclusiones que, a su vez, le han llevado a otras conclusiones. Por ello García Voltà y Marset son tan capaces de escribir este libro. Ser ateo ya es ser filósofo.
Esta obra está compuesta de varias partes, que analizan las etapas de las creencias religiosas, la historia del ateísmo y la confrontación entre fe y razón (entre otras cosas; los últimos capítulos están dedicados a hablar sobre la campaña de los buses ateos que aparecieran en distintas ciudades del mundo a principios de 2009).
Lo primero que conviene recalcar de este libro es que no va a convertir a nadie. No creo que pretenda hacerlo (yo mismo jamás he intentado convertir a nadie a mis ideas) Su función es, más bien (tal y como se anuncia en la portada), reforzar los argumentos de los que ya son ateos cuando algún creyente les discuta su falta de fe. Ya dijo Nietzsche en “Así hablo Zaratustra” (y pido perdón por la inexactitud de la cita, pero mi memoria no da para más): “Si hay alguien en el mundo que sea más ateo que yo, presentádmelo para que pueda aprender de él”.
Los autores nos exponen reflexiones fáciles de seguir que desmontan los argumentos que hemos venido escuchando desde siempre (San Anselmo, Santo Tomás de Aquino, etc.), además de mostrarnos las cuantiosas contradicciones de los textos revelados. Desde la primera página nos dejan claro que científicamente no se puede demostrar ni negar la existencia de dios (de la misma forma que no se puede demostrar ni negar la existencia del Monstruo del Espagueti Volador). Ser ateo no es negar por sistema lo que no se puede negar, es entender que la existencia de dios, además de improbable, es innecesaria para entender el Universo y el hombre.
He dicho ya que las reflexiones que aparecen en estas páginas son fáciles de seguir y quizás no es del todo correcta mi afirmación. Es cierto que los autores exponen sus razonamientos con claridad (y con calma; no avanzan hasta que están seguros de que te ha quedado claro lo que están queriendo decir), pero hay que tener unas nociones básicas de filosofía y de historias de las religiones. Y, sobre todo, hay que tener voluntad. Quien no quiera entender lo que se dice no entenderá.
A nivel personal (y es algo muy personal), lo único que puedo rechazar de lo expuesto en esta obra es la visión extremadamente materialista que tiene de la realidad. Entiendo que los autores se apoyan en la ciencia y que el método científico es el único que puede explicar la naturaleza con ciertas garantías pero, tal y como ya he manifestado anteriormente, yo quiero creer en cosas que no me puede desmenuzar un microscopio. Quiero creer en fantasmas (aunque no creo en la vida después de la muerte), quiero creer en los monstruos, en los marcianos, en el abominable hombre de las nieves. Quiero creer que el manantial que hay en mi pueblo está habitado por perversas ondinas, o que en la carretera que sube al puerto de Guadarrama suele hacer auto-stop la chica de la curva. Quiero creerme todo lo que me cuenta Íker Jiménez, qué cojones. Dicho de otra forma, yo no necesito para nada a dios pero sí necesito la magia. Sé que es irracional y contradictorio, pero si todo fuera siempre racional este mundo sería un soberano coñazo.
Acabando con el libro esta es una lectura más que interesante, muy útil, aunque sólo convencerá a los ya convencidos.

Puntuación: 85 sobre 100

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