miércoles, 16 de septiembre de 2009

ESTAMPAS DE MI CIUDAD (QUINTA SERIE) - Alfonso García Muñoz


Título: Estampas de mi ciudad
Autor: Alfonso García Muñoz (Quito, Ecuador, 1906)
Año de publicación: 1981
Edición: Autoedición
Páginas: 186, Preámbulo + 23 capítulos





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"...Y este es el primero de sus méritos: la agudeza y fecundidad de su espíritu observador. Cuantos han escrito sobre costumbres quiteñas populares no han pasado de una docena de artícu­los. No han encontrado más asuntos ni han pe­netrado en todos los campos de observación. Bien es verdad que, con el cambio de costumbres y con la amplitud de la ciudad tentacular, que es Quito, se han multiplicado los objetos y los temas de estudio... ".
11.. .Su vis cómica no es menos digna de en­comio. El pueblo habla en las páginas de sus li­bros, con esa abundancia de modismos que for­man lo que tiene de llamativo el folclor. Los diálogos están tomados del natural. Si el arte los puliera, como pudiera hacerlo, perderían el encanto que tiene el habla popular. El mérito está en enlazarlos en la narración de modo que no se observe que el escritor adrede los conserva con su ingenuo primitivismo, obteniendo de ellos toda la gracia que encierran.
"... Los aficionados a la lingüística, que son muchos en América y aún en el Ecuador, encon­trarán en ESTAMPAS DE MI CIUDAD un arsenal abundante para extraer modismos, giros popula­res, ecuatorianismos, quiteñismos, que son tan apreciados y que tanto se utilizan en la compara­ción de dialectos y en la depuración del idioma de Castilla.
".. .Además de este servicio a las letras sus libros presentan otro muy valioso; en ellos que­dan estampadas dramáticamente nuestras cos­tumbres. Lo que no se encuentra en las obras de historia, serias y clásicas, se hallará en ellos...".
Nicolás Jiménez

El libro del que hoy hablaré, "Estampas de mi ciudad" de Alfonso García Muñoz, es una colección de relatos breves de carácter cómico que pretende mostrar situaciones y personajes típicos de la ciudad de Quito. De hecho la mayoría de estos relatos rinden homenaje al famoso chulla quiteño, una figura que podríamos considerar equivalente a la del pícaro de la tradición española. Este es un individuo que se dedica a buscarse la vida. Se caracteriza por una sempiterna comicidad no exente de un fondo de amargura y por un, pese a todo, rigor ético cuyas fronteras jamás traspasa. Dicho de otra forma, es un personaje de ficción que puede estar basado en un tipo social pero que, sin duda, ha sido idealizado por la literatura, el cine y la música popular. Lo mismito que el pícaro, en resumen.
Por lo que he entendido en el prólogo del libro los relatos de los que está compuesto fueron publicados en "El Comercio", diario del que Alfonso García Muñoz era colaborador. Posteriormente el mismo autor se encargó de recopilar todos sus escritos y publicarlos en Bogotá en una colección de series (la obra que estoy comentando corresponde con la quinta serie).
No he leído ninguno de los otros libros auto-publicados por el autor pero entiendo que la selección no ha sido planificada ya que no hay unidad ni relación entre las diferentes historias más allá de que estén todas ambientadas en la capital de Ecuador y que muchos de los relatos están narrados en primera persona por Evaristo, álter ego del autor. Evaristo es un pobre diablo con ínfulas intelectuales, un hombre que intenta sobrevivir con dignidad en una ciudad que quiere conservar su esencia añeja pero que está siendo transformada por obra y milagro de San Petróleo. Esta casado con Jesusa, una mujer de la calle (en el buen sentido de la expresión, si es que existe uno malo), deslenguada e impaciente pero cargada de esa sabiduría popular que se presupone a las verduleras. En algún capítulo parece que Evaristo trabaja en una oficina, en otros que se dedica a hacer chapuzas de lo que salga y en otros que hace las veces de amo de casa y es su Jesusa la que trabaja vendiendo joyas. Suele ser un personaje sobrepasado por los acontecimientos (acontecimientos que en numerosas ocasiones tienen el nombre de su mujer), a través del cual vamos conociendo mejor el corazón que late dentro de la gran ciudad. Las pinceladas pueden ser amables en unas ocasiones, trágicas en otras, pero siempre hay espacio para la ironía y los juegos de palabras. De lo que se desprende de sus opiniones es que el autor es un nostálgico del Quito en blanco y negro. Aunque intenta asimilar los cambios con humorismos siempre queda aquel regusto de que todo tiempo pasado fue mejor.
En este libro abunda la crítica social. Todos los relatos tienen si no una moraleja sí una queja, tanto a las convenciones sociales que impiden el progreso de los ciudadanos, como de las corruptelas de políticos y gobernantes, lacra endémica en ese país. Mención aparte merecen las páginas que dedica a los caciques y tenientes políticos de las provincias en el relato titulado "Caciques de aldea", uno de los más memorables del libro. También habla de las injusticias que sufren los indios, del injusto reparto de la nueva riqueza y de los pobres que malviven en su misma ciudad. García Muñoz ofrece siempre soluciones para arreglar su mundo, unas más utópicas que otras. El problema es que el tono general de la obra puede confundir al lector y no sabe si las críticas son en serio o no. Esto es algo que a mí me pasa con los cómicos ecuatorianos. Voy a poner un ejemplo que vi una vez en un vídeo del famoso humorista Carlos Michelena y que me parece que justifica mi afirmación:
Estamos en un parque y Michelena, con la cara pintada de blanco, representa su actuación rodeado por un corro de gente. El cómico se caracteriza vagamente como un preso (no recuerdo si se pone la típica camisa a rayas o un gorro), pone voz de falsete y hace su monólogo (no soy capaz de acordarme del gag, sólo sé que no me resultó muy divertido).
El público se descojona de la risa, Michelena se endereza, se quita el disfraz y, con su propia voz, dice:
-¿Les ha hecho gracia? Claro. Se nota que ninguno de ustedes ha estado en la cárcel. Pues que sepan que la vida del preso es muy dura…
Es como si un amigo te cuenta un chiste, te ríes y el amigo te echa una bronca por reírte.
Esa sensación es habitual al leer este libro. Algunas situaciones son ingeniosas pero de alguna forma García Muñoz quiere que te sientas culpable por permitir que esas situaciones ocurran.
Vale, no creo que sea incompatible el sentido del humor con la crítica social pero la verdad es que, personalmente, estoy acostumbrado a otro tipo de humor, uno políticamente incorrecto.
Otro detalle que me canta es que a menudo repite trucos, como esos finales del tipo todo fue un sueño (que se pueden justificar en el relato titulado "Soñar no cuesta nada" pero nunca en el llamado "¡Viva el carnaval!") o las apariciones del personaje del gringo, bastante repulsivo.
Lo que no se puede negar es que el retrato que hace de Quito es muy vivo. No sólo en las descripciones sino también en la forma de hablar de sus habitantes. Me refiero a los modismos que emplea y al uso de la proverbial sal quiteña.
Este es un libro recomendable para los que quieran conocer (o recuperar) una ciudad en un período muy concreto, el de la aparición del petróleo, cuando Quito se estaba transformando a pasos tímidos en la ciudad que es hoy.
Pero el que se quiera reír con estos cuentos, ya le aviso, con "Estampas de mi ciudad" no se va a partir el ojete, no.

Pûntuación: 59 sobre 100



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