lunes, 1 de septiembre de 2008

A CIEN MILLAS DE MANHATTAN - Guillermo Fesser


Tí­tulo: A cien millas de Manhattan
Autor:
Guillermo Fesser Pérez de Petinto (Madrid, España, 1960)
Año de publicación: 2008
Edición: Editorial Aguilar, Santillana Ediciones Generales. Segunda edición: junio de 2008
Páginas: 397. Prólogo + 14 capítulos + epílogo





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Estoy en Nueva York; pero no en la ciudad, sino en el estado, que también existe. Resulta que, en la canción, Sinatra estaba dándonos la dirección postal: New York, New York. Como Oviedo, Asturias. Así que yo me encuentro en la segunda parte de la letra. En el paraíso de las ardillas. Intentando adoptar la vida campestre que llevan la mitad de los neoyorquinos que figuran en el censo de Albany, la capital del estado. Estoy en Rhinebeck, Nueva York. A cien millas de Manhattan. En una casa construida con madera y pintada de gris pálido. En un pueblecito que se parece a los de la maqueta del tren eléctrico que nos traían en Navidad los Reyes Magos. Vivo, señoras y señores, en un bosque tan repleto de vida que podría doctorarme en Biología mientras observo a los animales que yacen atropellados en las cunetas de las carreteras.
Estoy a cien millas de Manhattan, donde John Raucci toma aire, aprieta los cordones de sus zapatillas y se dispone para la carrera sin saber que no será ésta la más dura de su vida. Donde Steve Mosto, músico de vocación, se dispone para adentrarse cada mañana en los dominios del vapor que emerge del subsuelo de la Gran Manzana.
Aquí el paso de las estaciones acompaña la pesca del salmón, el rumiar de los bisontes en las inmensas praderas, la voz poderosa de los osos, las calabazas de Halloween. Y la melodía del hacha sobre el tronco del arce centenario intensifica el ritual de la recogida del sirope.
En la radio aprendí la importancia trascendental de los silencios en un mundo saturado de palabras. Con la intención de escuchar caí en este pueblo y, antes de que pudiese darme cuenta, me encontré inmerso en una maraña de historias fascinantes e insospechadas. En una América que yo ni siquiera presagiaba que pudiese existir.




Desde el momento en el que llegó a mis manos el libro "A cien millas de Manhattan", supe que me iba a resultar difícil hacerle la crítica. Es un libro de Guillermo Fesser, no puedo ser imparcial con una obra suya. Después de tantos años disfrutando con sus ocurrencias en las ondas no se me puede pedir eso. Si hasta la película "Cándida" me la ví dos veces en el cine, a pesar del final (ese final...). De hecho estuve tentado a leerme el libro pero no comentarlo, contraviniendo así la declaración de intenciones que publiqué cuando inauguré el blog. Ha sido la propia lectura del libro que nos ocupa lo que me ha empujado a hablar de él. Es como cuando sales del cine después de haber visto "El caballero oscuro" y necesitas a un amigo que también la haya visto para flipar juntos. Pues lo mismo. Porque desde ya tengo que decir que es un libro excelente.
En el año 2002, si no me equivoco, Guillermo Fesser y Juan Luis Cano, los miembros de Gomaespuma, cerraron temporalmente el programa de radio que llevaban emitiendo desde hacía años en M-80. Guillermo se marchó con su familia a Estados Unidos, de donde es su esposa, buscando la paz necesaria para escribir el guión de la que sería su primera película. Allí vivió durante un año y pico, y lo que vio allí pero, sobre todo, lo que escuchó, se ha convertido en "A cien millas de Manhattan".
Bueno, comenzaré la crítica derribando un posible prejuicio. Este no es un libro de humor. Pasarás la mayor parte del tiempo que dediques a su lectura con una sonrisa en la boca, pero en realidad lo que pretende el autor es mostrarnos la "American Way of Life" vista desde fuera. Son cosas tan propias del día a día del imperio que ni siquiera se suelen contar en el cine que nos exportan. Es necesaria la mirada de un extranjero para sentir la necesidad de explicarlas. Por ejemplo, ¿en cuantas películas, series o novelas nos cuentan qué cojones es el famoso sirope de arce, el que le echan a las tortitas en el desayuno?. O de qué va lo del día de Acción de Gracias, a parte de familias comiendo pavo. No lo cuentan porque todos lo saben. Pero nosotros no (de acuerdo, ellos seguramente tampoco conocen nuestras costumbres así que ¿qué nos importan las de ellos? Es verdad. Sin embargo, ¿cuántas películas españolas ha visto el yanqui medio en las que se vean familias celebrando la Semana santa o los Carnavales de Cádiz?).

Lo excepcional, más aún que lo que se cuenta, es cómo se cuenta. Guillermo Fesser siempre muestra una gran ternura en las historias que narra y en la forma de tratar a los personajes que en ellas participan. Sabe que se lo puede permitir porque en realidad no son personajes sino personas y, lo que quedaría hasta cursi si lo que escribiera fuera ficción, al no serlo, hace que sintamos más simpatía por la historia. Porque Fesser mira las cosas con asombro y con curiosidad, como si estuviera en un mundo en el que todo es nuevo pero, a la vez, todo le suena ya de antes. Y consigue transmitirlo.
Que no se entienda con todo esto que el libro es un panfleto pro-americano, una oda a todo lo que significan los Estados Unidos, porque no es así. Continuamente hace críticas a la ya mencionada forma de vida americana y en lo que se ha convertido. Lo que nos muestra es algo que muchos (yo mismo) no habíamos sabido ver. Que por encima de un sistema política y judicial corrupto, unas leyes antediluvianas, una hipocresía o doble moral casi legendaria, una arrogancia de imperio mundial, un sistema sanitario lamentable (ver el documental SICKO, de Michael Moore), una religiosidad que no se puede comprender en países modernos, etc, por encima de todo eso, está la gente. Y es aquí donde más acierta el autor, a la hora de retratar a esa gente corriente, a esas personas que merece la pena conocer.
Se podría achacar a Guillermo Fesser que, precisamente para conseguir esa empatía, las personas qua aparecen en sus relatos son las que, a pesar de sus diferencias con nosotros, más se nos pueden parecer. Quiero decir con esto que no nos habla de reaccionarios, puritanos o fundamentalistas cristianos, locos de las armas y de la guerra, que también abundan por esos lares. Pero no creo que se haya hecho con esa intención. A fin de cuentas, salvo por un par de escapadas a Texas y Alaska, el autor permaneció en el noreste, donde la sociedad es más liberal y suele votar al partido Demócrata. Y que, para qué hablar de esa gente. En España también tenemos unos cuantos, y no presumimos de ellos. O no, a lo mejor sí lo hizo con esa intención. Ya dije que no tenía la esperanza de ser imparcial en este análisis.
En definitiva, es un libro muy recomendable que hará pasar un rato excelente a todos sus lectores. Por eso le encasqueto un noventa.


Puntuación: 90 sobre 100.

Postdata: Si en TVE fueran listos no les dejarían escapar. Necesito que le den a Gomaespuma un programa ya. Hasta este año me habían parecido los Juegos Olímpicos un coñazo.

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