domingo, 7 de junio de 2009

SIN QUERER QUERIENDO - Roberto Gómez Bolaños


Tí­tulo: Sin querer queriendo
Autor: Roberto Gómez Bolaños (México DF, México 1929)
Año de publicación: 2006
Edición: Editorial Aguilar, primera reimpresión: noviembre de 2006
Páginas: 443, 16 capítulos, epílogo, epiloguito, colofón, colofoncito




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Roberto Gómez Bolaños, "Chespirito", es uno de los comediantes más queridos y respetados en el mundo de habla hispana. Sus divertidos programas de televisión y entrañables personajes han marcado la infancia -y la vida- de varias generaciones de televidentes.
"Sin querer queriendo" es un testimonio apasionante de las andanzas, luchas y triunfos de un hombre que supo conquistar el mundo del espectáculo mediante el trabajo, la tenacidad y el sentido humano. A través de innumerables anécdotas -las hay curiosas e insólitas, trágicas y cómicas-, Gómez Bolaños relata sus travesuras de infancia; sus pendencias de juventud; su ingreso casi fortuito al mundo de la radio y la televisión; la manera en que nacieron personajes entrañables como el Chapulín Colorado o el Chavo; y muchos otros aspectos de su vida y su trabajo que comparte por vez primera con los millones de hispano-hablantes que lo admiran.
Esta autobiografía del genial Chespirito, sazonada con su inconfundible humor, nos acerca al corazón de un hombre íntegro que ha hecho del noble oficio de entretener, un auténtico arte.


Esta es la primera vez que vamos a tocar en este blog un género tan especial como son las memorias o las autobiografías.
En este caso hablamos de las memorias de alguien a quien todos ustedes conocen, el señor Roberto Gómez Bolaños.
¿Qué? ¿Qué no les suena el nombre? De acuerdo, si el título de la obra no les ha hecho sospechar de quién se trata (o si no han leído el texto de contraportada) diré que el autor es más conocido en todo el mundo de habla hispana como el súper comediante Chespirito, el actor que interpretaba al Chavo del Ocho y al Chapulín Colorado (y no sólo los interpretaba, los creó, escribía los guiones y dirigía algunos episodios; lo menciono porque yo lo desconocía hasta que leí este libro).
Ahora sí, ¿verdad?
Antes de meterme en materia voy a hablar de mis propias memorias. Recuerdo la primera vez que ví un capítulo del Chavo del Ocho, en Canal Sur, si no me equivoco. Me pareció algo grotesco. Todos aquellos señores mayores intentando aparentar que eran niños me resultaban una imagen muy desconcertante. Eso por no hablar de la calidad de la grabación (conviene aclarar que la primera vez que pude ver esta serie fue a mediados de los noventa; a España llegó muy tarde) que me hacía pensar que la mayoría de aquellos supuestos críos ya estarían criando malvas (me equivoqué, por suerte). Pero seguí viéndola los días posteriores. Había algo enfermizo que no me permitía alejarme de la pantalla. Según pasaba el tiempo me di cuenta de que de enfermizo no tenía nada, que lo que tenía la serie eran unos diálogos extremadamente ocurrentes y cómicos y unos personajes sólidos, algo para nada habitual en un programa infantil.
Bueno, algunos me dirán que era muy repetitiva, que siempre ocurría lo mismo, que todos los personajes tenían sus frases populares y en cada capítulo se buscaba la excusa para que las soltaran… Y es verad, no digo que no. Pero intenten ver hoy mismo un capítulo del Chavo o del Chapulín. Las situaciones no se fuerzan, el ritmo es fluido y, lo más importante, te descojonas igual que cuando eras niño (ahora intenten ver un capítulo de “El coche fantástico” o “El equipo A”, a ver qué pasa).
Hablemos por fin del libro en sí. Hay que tener en cuenta que el género este de las memorias me deja un poco frío a priori (aunque luego he disfrutado mucho leyendo las de García Márquez o las de Bryce Echenique). Esto es porque estos libros suelen ser muy complacientes con el autor (sólo faltaba…). Su mejor parte suele ser la menos atractiva para el lector, aquella en la que habla de su infancia y su vida privada, relatando anécdotas y expresando opiniones sobre sucesos de su tiempo. Luego llega la parte que más esperamos, aquella en la que se refiere a su vida pública, y todo se vuelven justificaciones y auto-felaciones.
Teniendo todo esto en cuenta no dudé un segundo en comprar este libro en cuanto lo localicé. A fin de cuentas es Chespirito quien lo escribe. Y no me arrepiento de haberlo hecho, pero este respeta los cánones que he mencionado más arriba.
Lo mejor son los capítulos iniciales, antes de que Roberto Gómez Bolaños fuera conocido, cuando nos cuenta historias de su familia y de cómo llegó a ser quien es (en este caso hubiera preferido que se abstuviera de dar según qué apreciaciones personales; me resultó incomodo encontrarme al Chavo del Ocho opinando sobre el aborto o sobre el sub-comandante Marcos).
Luego llega la parte en la que habla de sus trabajos en televisión, cine, teatros y circos y... justificaciones y auto-felaciones. Que si este programa se mantuvo tantos años en antena, que si esta obra de teatro batió todos los records de representaciones, que si esta otra no tuvo ningún éxito pero fue por culpa de la envidia, que si yo fui el más bueno, el más generoso y el más honrado pero algunos de los que me rodeaban no estuvieron a mi altura. También aprovecha el autor estas páginas para ajustar cuentas. Nos encontramos, por ejemplo, con que siempre alaba el talento cómico de sus compañeros excepto en el caso de Carlos Villagrán (el actor que interpretaba a Quico), para quien no tiene ninguna buena palabra. Comprendo que esté resentido con él, después de que abandonó la serie y se apropió del personaje (personaje que había creado Roberto Gómez Bolaños), pero de eso han pasado ya treinta años largos y, siendo honestos, es injusto negar el talento natural que tiene este actor (si bien es cierto que la labor del guión a la hora de construir al personaje fue fundamental; he visto algún capítulo de un programa que protagonizó años después de dejas "El Chavo del Ocho", que se llamaba "Federrico", y era abominable). Caso parecido podemos encontrar cuando habla de Ramón Valdés, quien también se marchó del grupo, pero en su caso deja claro lo mucho que lamentó su muerte.
También me da la impresión que el autor dedica muy poco espacio a los que fueron sus programas estelares y demasiado a aquellas producciones suyas que apenas salieron de México (películas, telenovelas, obras de teatro). Pero no se lo reprocho. Son sus memorias y la decisión es suya.
Por otro lado es digno de mención que todo el libro está impregnado del magnífico sentido del humor del que ha hecho gala siempre el autor.



Puntuación: 67 sobre 100


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