viernes, 24 de julio de 2009

EL ORO DE LOS DIOSES - Erich von Däniken


Título: El oro de los dioses
Autor: Erich Anton Paul von Däniken (Zofingen, Suiza, 1935)
Año de publicación: 1974
Título original: Aussaat und Kosmos
Edición: Ediciones Martínez Roca, colección Nueva Fontana
Traducción: Eduardo Videla
Páginas: 220, 7 capítulos



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La más fantástica visión de nuestro pasado:
¿Fue visitada la Tierra
por viajeros procedentes del espacio?
En una época desconocida, y en una lejana galaxia, inteligencias semejantes a las humanas habrían libra­do una gran batalla.
Los vencidos en aquella batalla huyeron en una nave espacial. Para despistar a sus enemigos, no aterri­zaron en un planeta de condiciones óptimas, sino en otro menos adecuado donde, como demuestran los dibujos rupestres aducidos por Däniken, hubieron de llevar casco y aparatos de oxígeno durante algún tiempo.
Para protegerse, excavaron los grandes laberintos subterráneos, y además colocaron en otro planeta, el quinto del sistema solar, falsas instalaciones y emi­soras. Los enemigos cayeron en la trampa y destru­yeron brutalmente todo el planeta, cuyos restos son los asteroides que ahora vemos. Creyendo aniquila­dos a los vencidos, los vencedores regresaron a su galaxia.
Los vencidos habitaron en la tierra y dejaron aquí los restos de sus gigantescas obras...

Erich von Däniken nos propone una teoría. Hace muchos, muchos años, se desencadenó una guerra terrible entre dos facciones enemigas. Fue una guerra apocalíptica que se dio en algún logar de la galaxia y las civilizaciones que se enfrentaron en ella estaban muy avanzadas tecnológicamente. Los derrotados huyeron y se fueron a esconder en un planeta hostil donde la vida inteligente aun no se había desarrollado. Este bando de los vencidos decide intervenir en la evolución de las formas de vida de su planeta de acogida (al que llamaremos... mmm... no sé... ¿planeta Tierra?... no, mejor Felizonia). Gracias a sus avanzadas técnicas genéticas consiguen acelerar el proceso evolutivo hasta que aparece una especie con capacidad de raciocinio. Una especie creada a su imagen y semejanza. Esta nueva especie toma a sus creadores como dioses. Convierten sus historias en mitos y representan artísticamente los artefactos que emplean los visitantes en máscaras, pinturas y otros objetos artesanales que todavía hoy se pueden encontrar por toda la superficie de Felizonia. Un día los visitantes abandonan el planeta (o bien se mezclan con los felizones y se olvidan de su pasado, o bien los encuentran sus perseguidores, o bien se mueren de una epidemia colectiva de fimosis; eso no queda muy claro). Desaparecen con todas sus cosas dejando entre los pobres y desamparados felizones recuerdos de sus dioses.
Esta tesis la expuso von Däniken en su primer libro, "Recuerdos del futuro" (1970), y en los treinta siguientes lo único que ha hecho ha sido aportar más y más pruebas que confirmen su teoría. El problema es que para el investigador suizo cualquier cosa es una prueba. Que en Madagascar descubren pinturas rupestres en las que aparecen figuras humanas con cuernos es porque los hombres que las hicieron tuvieron contacto con astronautas con antenas. Que una tribu perdida en las selvas de Borneo se viste con plumas en sus ritos es porque sus antepasados conocieron dioses que podían volar como pájaros. Que el tren Cercanías de Renfe con destino Cercedilla sufre un retraso de más de veinte minutos es porque la tecnología con la que se construyó está basada en la de nuestros antepasados y en su planeta natal no tenían que subir pendientes como las de Guadarrama.
Ese es el problema de Erich von Däniken, porque si te paras a pensar su planteamiento no es tan disparatado y alguno de los indicios que aporta son casi irrefutables, pero es que el 90% está cogido con hilos. Tanto es así que en las últimas obras que ha publicado apenas aporta pruebas nuevas. El suizo se dedica a defenderse de sus críticos como gato panza arriba. Pero sus últimos libros ya no son best-sellers internacionales.
Sí lo fue el libro del que estoy hablando hoy, "El oro de los dioses", a pesar de repetir el mismo esquema de sus obras interiores. Lo fue porque presentó un enigma desconocido al gran público, un enigma que originó un gran revuelo en su momento y que hoy está lamentablemente olvidado. Me refiero a la Cueva de los Tayos.
Para el que no lo conozca, es un complejo de cuevas que descubrió el húngaro-argentino Juan Moricz en la selva ecuatoriana, muy cerca de la frontera con Perú. Dentro del laberinto de cuevas, que parecen artificiales por las formas planas de las paredes, además de por la existencia de dinteles, arcos y bóvedas, hay una sala enorme que contiene una biblioteca formada por planchas de metal. Dichas planchas tienen grabadas unos símbolos que (según la tradición) podría narrar la historia de la humanidad desde los primeros días. Aunque una de las entradas a dicho complejo de cuevas es conocida (está en la provincia de Morona Santiago, República de Ecuador), la ubicación de la sala del tesoro sólo la conocen unos pocos. Luego la historia se va complicando con intraterrestres, mormones y Neil Armstrong. Les animo a que lo busquen por internet. Merece la pena.
Erich von Däniken conoce la fascinante aventura de Moricz y se entrevista con él. Luego aprovecha para tirarse el pisto en este libro diciendo que él mismo estuvo en la cueva y visitó la biblioteca dorada (más tarde tuvo que admitir que no era cierto). Por supuesto todo lo que aparece en la Cueva de los Tayos corrobora sus ideas sobre la Guerra de las Galaxias Primigenia.
La verdad es que yo soy muy receptivo a todos los temas relacionados con el misterio y estoy dispuesto a creerme las historias más inverosímiles (todo aquello que pueda hacer del mundo un lugar menos aburrido), pero, por mucho que el autor se empeñe, un bajorrelieve en el que aparecen cuadrículas no es un circuito con chips integrados, ni unos círculos grabados en una plancha metálica no es un código binario. Eso por no hablar del fragmento que paso a reproducir.
¡Siempre nos topamos con las mismas incongruencias! Existe un fruto delicioso que desde hace miles de años se conoce en todas las regiones tropicales y subtropicales de la tierra: el plátano. La leyenda hindú habla del «ma­ravilloso kandali» (el banano) que trajeron a la Tierra los «manu», seres excelsos y protectores de la humanidad que procedían de otro astro, con una cultura mucho más desarrollada que la nuestra. Pero el banano es una planta que no tiene semilla; luego de dar fruto, la planta perece, por lo que debe cortarse el tallo a ras de suelo dejando que una de las yemas del tallo subterráneo se desarrolle para dar origen a una nueva planta. Así, la banana nos plantea una incógnita: se la encuentra hasta en las islas más solitarias de los mares del sur. ¿De dónde es origi­naria esta planta? ¿Si no tiene semilla, cómo pudo dar la vuelta al mundo? ¿La trajeron, como cuenta la leyenda hindú, los «manu» de otro astro?

...sin comentarios...
Pero no quisiera unirme a la tropa dedicada a linchar a von Däniken. Cuando quiere dice cosas muy interesantes, expone misterios apenas conocidos y es apasionado. Realmente se cree todo lo que dice. Por todo ello no le juzgaré con demasiada severidad. Por ello y porque pone muchas fotos.
Puntuación: 59 sobre 100

1 comentario:

Anónimo dijo...
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